sábado, 21 de junio de 2014

JACOB: ISRAEL

PARA REVISAR.... TOMADO DE: http://es.wikipedia.org/wiki/Jacob Jacob es uno de los patriarcas en la Biblia. Su historia es contada en el Libro del Génesis. en hebreo: יַעֲקֹב‎, Ya'akov, ‘sostenido por el talón’ en árabe يعقوب, Yaʿqūb Después fue conocido como en hebreo: יִשְׂרָאֵל‎, Israel, ‘el que pelea junto al dios El’ en árabe اسرائيل, Isrāʾīl. Yavé continuamente declaró su amor por Jacob: «... yo amé a Jacob, y odié a Esaú...» (Malaquías 1:2-3). Cuenta el relato que Jacob compró la primogenitura de su hermano Esaú por un plato de lentejas (Génesis 25:34), y a su esposa, Raquel, la compró a su tío Labán a cambio de catorce años de trabajo. Después de los siete primeros Labán lo engañó, entregándole a su hija Lea. Después de una semana le entregó a su hija Raquel a cambio de otros siete años. Dios renombró a Jacob como Israel (Génesis 35:9-11) tiempo después que este protagonizara una lucha contra un ángel ―quien era el propio dios El, Yahvé― (Génesis 32:23-30), y llegaría a ser el padre de los israelitas. Según la tradición, Jacob probablemente nació en Lahai-roi, unos veinte años después del matrimonio entre Isaac y Rebeca, cuando para ese tiempo su padre tenía 60 años de edad (Génesis 25:26), y su abuelo Abraham, 160 años. Al igual que su padre, Jacob era de disposición tranquila, porque, según el relato, él era un ish tam, traducido como ‘sencillo’ o ‘puro’. También dice que yacía «en la tienda» lo cual ―según algunos eruditos bíblicos―[cita requerida] es una señal de ser alguien muy estudioso. Era el segundo nacido de los hijos mellizos de Isaac y Rebeca. Durante el embarazo, los niños luchaban dentro de ella (Génesis 25:22). Cuando Rebeca le consultó a Dios el porqué de la lucha, recibió el mensaje de parte de Él, que dos naciones, muy distintas entre ellas, estaban formándose en su vientre, y que el mayor serviría al menor. Rebeca siempre recordó estas palabras. De hecho, ella siempre favoreció a Jacob. Entretanto, su padre, Isaac, siempre favoreció a Esaú, el otro hijo mellizo, quien era un hombre de campo, y un gran cazador. Historias bíblicas Bendición del primogénito Isaac bendice a Jacob (1638), obra de Govert Flinck (Rijksmuseum). La Biblia dice que cuando los muchachos estaban creciendo, Esaú, el cazador, un día vino hambriento, y le pidió a su hermano Jacob el plato de lentejas que estaba comiendo. Jacob, por consejo de su madre, le pidió que le vendiera la primogenitura como hijo mayor, a cambio del alimento. Esaú, viendo que este derecho era inservible para él si llegaba a morir, accedió, y así, en palabras bíblicas «despreció su primogenitura». Este derecho no sólo incluía el tradicional rito bíblico de los primogénitos, el cual garantizaba un rango superior en la familia (Génesis 49:3), sino también, una doble porción de la herencia paternal (Deuteronomio 21:17). Cuando Isaac envejeció, y había perdido bastante su vista al punto de quedar casi ciego, envió a Esaú a los campos, diciéndole que cazara algo para una última comida antes de recibir su bendición. Rebeca escuchó, y le dijo a Jacob que degollara dos cabritos, y se los trajera a su padre, para que recibiera de él la bendición de su hermano. Jacob objetó que su padre, aunque estaba casi ciego, podría notar la sustitución sólo con tocarlo, ya que Esaú era bastante velludo, y él era lampiño. Rebeca le dijo que no se preocupara, y le colocó a modo de fundas las pieles de los cabritos sobre cuello y manos. Jacob, así vestido, fue a la presencia de su padre clamando ser su hermano, entonces Isaac, sospechando de su voz, pidió que se acercara para palparlo. Una vez que se aseguró de que era Esaú, le dio la bendición. Tan pronto como Jacob recibió dicha bendición y se marchó, Esaú llegó, cayendo en gran cólera por lo que había ocurrido. Isaac, quien ya se había dado cuenta del error, le dijo que lo único que podía darle era una bendición menor. Esaú, en cambio, juró que iba a matar a su hermano, una vez que su padre muriese. Labán y Raquel Jacob y Raquel junto a una fuente (grabado del siglo XIX). Rebeca, su madre, dándose cuenta de antemano de las intenciones asesinas de Esaú, le llamó y lo hizo huir, enviándolo donde su tío, Labán, hasta que la furia de Esaú disminuyera. También, le aconsejó que buscara una esposa mientras viviera allí. Cuando Jacob huyó, Esaú envió a su hijo Elifaz para que le matara y le despojara de todas sus pertenencias. Elifaz, célebre arquero, se hizo acompañar de diez de sus tíos maternos en la persecución y alcanzó a Jacob en Siquem. Jacob le suplicó: «Toma todo lo que tengo, pero perdóname la vida y Dios considerará tu pillaje una acción justa». En consecuencia, Elifaz le dejó completamente desnudo y se llevó el botín a su casa; pero esa muestra de compasión enfureció a Esaú. (Jubileos 25, 1ss.; Gen.Rab.767;Mid. Hagadol Gen.437;Sepher Hayashar 96-98.). Solo la simpatía que sentía por su hijo primogénito Esaú pudo haber decidido a Isaac a no dar a Jacob los regalos adecuados para la novia; y para que esa actitud severa no pudiera interpretarse como una condena de la bendición robada, se nos habla del pillaje de Elifaz, que, de forma un tanto inverosímil, sirve a Jacob de excusa por haber llegado con las manos vacías.1 En el camino a Harán, experimentó una extraña visión, en la que sostenía una escalera que llegaba hasta el cielo, una visión que es comúnmente referida en las Escrituras como «la escalera de Jacob». Desde la cima de la escalera, escuchó la voz de Dios, que repetía muchas bendiciones hacia Jacob. Continuando su camino, llegó a Harán. Paró allí, y encontró a la hija más joven de su tío Laban, su prima Raquel. Después de que Jacob había vivido un mes con sus familiares, Laban le ofreció paga por la ayuda que le había dado. Jacob indicó que le serviría por siete años, pues no tenía dote o pertenencias para ofrecerle a cambio de la mano de Raquel en matrimonio, a lo cual Laban accedió. Estos siete años le parecieron a Jacob «unos pocos días, por el amor que le tenía a ella». Pero una vez que se completó el tiempo establecido, Laban le dio a su hija mayor, Lea, en su lugar. En la mañana, cuando Jacob descubrió el cambio, se quejó, a lo que Laban dijo que en su país era inaceptable dar en matrimonio a la hija menor antes que la hija mayor. Entonces ofreció a Jacob darle a Raquel también, aunque sólo si permanecía con Lea. Él cumplió con la luna de miel y trabajó otros siete años. Una vez que se casó con ambas, «Jacob amó a Raquel y despreció a Lea». Dios, viendo esto, hizo que Lea procreara muchos hijos. Ella le dio a luz a Rubén, Simeón, Leví, y a Judá antes de partir al desierto. Raquel, viendo que era incapaz de procrear un hijo, se puso celosa de su hermana, entonces pidió a Jacob que tuviera hijos con su criada, Bilha, para que ella pudiera tener un hijo a través de ella. Jacob hizo así, y Bilha le dio a luz a Dan y Neftalí. Así, Lea también entró en celos, y le pidió a Jacob que tuviera hijos también con su criada, Zilpa. Ella a su vez, le dio a Gad y Aser. Entonces, Lea volvió a ser fértil nuevamente, y le dio a luz a Isacar, Zabulón y Dina. Entonces Dios se acordó de Raquel y al fin, le dio dos hijos, a uno lo llamó José y al otro Benjamín. Para el tiempo en que nació José, Jacob deseaba volver a casa, pero Laban notó que Dios le había bendecido en gran manera mientras Jacob estuvo allí, por lo que le rogó que se quedara. Laban ofreció pagarle, entonces Jacob mencionó, como posible pago, parte del hato de ganado de Laban, el cual había aumentado grandemente. Laban accedió, e inmediatamente le dio todas las reses que Jacob había solicitado. Conforme el tiempo pasaba, los hijos de Laban se dieron cuenta de que Jacob tomaba la mejor parte de sus rebaños, además de que la actitud amistosa de Laban hacia Jacob había cambiado. Entonces, Dios le advirtió a Jacob salir del pueblo, y después de una rápida consulta a sus esposas, el partió sin dar aviso a Laban. Antes de partir, Raquel robó los íconos religiosos de la casa de su padre. Laban en gran ira, persiguió a Jacob durante siete días, pero la noche antes de que lo lograra alcanzar, Dios le habló en sueños y le dijo: «Debes tener cuidado de no hablar mal a Jacob» (Génesis 31:24). El día que se encontraron, en el monte Gilead, Laban acusó a Jacob de escabullirse con sus hijas, como si fueran cautivos, y le cuestionó por qué no le había avisado de su partida con anticipación. Le mencionó a Jacob que pudo herirlo, pero el mensaje de Dios la noche anterior lo detuvo de hacer esto. Finalmente preguntó por qué los íconos habían sido robados. Jacob no sabía que Raquel había robado los iconos. Por tanto, le dijo a Laban que quienquiera que los haya robado debe ser muerto, a lo cual le solicitó permitirle buscar. Laban lo hizo así, mas cuando buscó en la tienda de Raquel, ella los escondió sentándose sobre ellos. Una vez que terminó su búsqueda, y vino sin nada, Jacob, molesto, lo reprendió por haberlos perseguido e insistir en revisar sus cosas, recordándole todo el tiempo que habían perdido mientras revisaban las tiendas. Ambos hicieron la paz, y Laban regresó a casa, y Jacob siguió su camino. De regreso a la Tierra Prometida «Y Jacob siguió su camino, y los Ángeles de Dios lo encontraron», debido a su fe en el Dios de Abraham. Debido a este encuentro Jacob llamó al lugar Majanaim, del hebreo מחניים, ‘el doble campo’. Aquí, previamente él había visto a los ángeles, de los cuales había soñado verlos «subiendo y bajando en la escalera cuyo inicio alcanza los cielos» (Génesis 28:12). Tan pronto se acercó a la Tierra Prometida, Jacob envió un mensaje a su hermano, Esaú. Sus sirvientes volvieron con la noticia de que Esaú estaba aproximándose, a encontrarse con Jacob con un ejército de 400 hombres. En gran agonía, Jacob se preparó para lo peor. Sintió que ahora debía encomendarse... «Dijo Jacob: “Dios de mi padre Abraham, y dios de mi padre Isaac, Yahvé, líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo”» (Libro del Génesis 32:10,11). «Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros» (Gn 35:2). «Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú» (Gn 35:1). Nótese que Jacob no dice: «vayamos y haré un altar a Dios», sino «subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo» (Gn 35:2). De los «dioses ajenos» al dios de Jacob «Y dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos…» (Gn 35:4). Resulta conveniente ahondar el porqué de la existencia de esos «dioses ajenos» en la familia de Jacob: Originalmente su abuelo Abraham y su bisabuelo Teraj adoraban a dioses «extraños» (posiblemente el dios Anu; ver Josué 24:2), ya que hay que tener en cuenta que durante centurias, toda la región había estado influida por las religiones de origen cananeo, cuya principal deidad era el dios El, que en hebreo eran los dioses Elohim, en plural), principal deidad de los nómadas y, por ende, con funciones eminentemente éticas y sociales. Es descrito como tolerante y benigno: recibe los títulos de «Padre de los dioses», «creador de las criaturas», «rey», «padre de los hombres», «amable», «misericordioso» y «toro». De este dios, Baal era hijo. Por otra parte es sabido que el patriarca Abraham fue llamado por esa divinidad llamada Yahvé (Gn 12:1; 17:1; 22:11-16). Y ese mismo dios también llega a su mayordomo (Gn 24:12,26), a su sobrino Lot (Gn 19:16), a su sobrino Betuel (Gn 24:50), a su sobrino nieto Labán (Gn 24:31), y a su hijo Isaac (Gn 25:21). Posteriormente, cuando Abraham llegó a Canaán se encontró con que los cananeos (la población local) a dios lo denominaban El. Así, en la ciudad de Siquem se lo conocía como «El Berit» (Jue 9:46). En Betel se lo llamaba «El Betel» (Gn 31:13). En Jerusalén le decían «El Elyón» (Gn 14:18-20). En Bersheba, «El Olam» (Gn 21:33). En el desierto del Néguev, «El Roí» (Gn 16:13)... Allí, una vez establecidos, aquellos patriarcas empezaron a rendir culto a «Dios» en los santuarios del dios El. Es posible advertir que Isaac le pide a El Shaddai bendiciones para su hijo Jacob (Génesis 28:3). Todo parece contribuir a una especie de sincretismo entre el dios El y el Dios Yahvé. Asimismo es interesante observar que Jacob se encontró con un «ángel» (Elohim-dios) con el cual tuvo que luchar hasta vencerlo: «Y el varón (ángel) le dijo: “¿Cuál es tu nombre?”. Y él respondió: “Jacob”. Entonces el varón dijo: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido» (Gn 32:27,28). Pero es notable que ese «dios» no conocía su nombre, ni le dice el suyo. No obstante, Jacob le pide bendición (Génesis 32:26-30). [Ese «ángel» no puede haber sido un ángel del verdadero Dios Yahvé, pues le teme a la luz del amanecer (ver Job 24:17 y Oseas 12:4). Pero dado aquél sincretismo religioso en que vivían por entonces, Jacob dice haber visto a dios cara a cara (Gn 32:30)]. Al analizar su nuevo nombre surge la identidad de ese 'dios': Israel (ישראל, del hebreo «el que lucha con[tra] El»). Por su parte, el verdadero Dios Yahvé se le había aparecido «cuando huía de su hermano» (Gn 35:7). [Este Elohim o «ángel» (lit. el ‘mensajero’ de Yahvé) no es aquí un ser distinto de Dios (ver Éxodo 3:2 y 3:6), sino el mismo Señor en cuanto que se hace presente para comunicar un mensaje]. Lo destacable es que Jacob y sus descendientes (israelitas) se caracterizarían por luchar contra aquellos ídolos y por lo tanto adorar al único Dios Yahvé. Durante siglos, el pueblo de Israel lucharía contra la idolatría (los «dioses del materialismo» como El, Baal, Asera...). ¿Renombrado dos veces? Posteriormente, en el Capítulo 35, la Biblia indica: «Apareció otra vez Dios a Jacob, cuando había vuelto de Padan-aram, y le bendijo. Y le dijo Dios: Tu nombre es Jacob; no se llamará más tu nombre Jacob, sino Israel será tu nombre; y llamó su nombre Israel. También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente» (Gn 35:9-11). Es fácil advertir que en esta oportunidad el verdadero Dios omnipotente Yahvé es el que se presenta a Jacob (de quien no ignora el nombre) y lo bendice. Jacob se estableció en Sucot por un tiempo. Mientras viajaba posteriormente a Efrata, camino de Belén, Raquel murió dando a luz a su segundo hijo, Benjamín, seis años después del nacimiento de José (Génesis 35:16-20). Los descendientes de Jacob vivirían en Egipto. Continuaron el sincretismo religioso y se contaminaron con la vida materialista, egoísta e interesada de ese imperio (con sus 'dioses materiales') (Ezequiel 20:7), por eso el verdadero Dios tenía necesariamente que darse a conocer: «El día que alcé mi mano para jurar a la descendencia de la casa de Jacob, cuando me di a conocer a ellos en la tierra de Egipto, cuando alcé mi mano y les juré, diciendo: Yo soy Yahvé, vuestro Dios» (Libro de Ezequiel 20:5). Se entiende entonces que entre tantos dioses que impregnaban la vida del pueblo (Ez 20:8), los hebreos destacaran posteriormente: «Nuestro baluarte es el dios de Jacob» (Salmo 46:7, 11). Pérdida y reencuentro con José La túnica de José (1790), obra del pintor neoclásico José Vergara. Isaac murió a la edad de 180 años, 44 después de que bendijera a Jacob y lo enviara a Harán a buscar esposa. En este tiempo también, José, quien contaba con 30 años, había sido liberado de prisión en Egipto y había sido nombrado Gobernador de esas tierras, sólo por debajo del Faraón. Tiempo antes de esto, Jacob había sido profundamente «herido en su alma» con la desaparición de su hijo amado, José, quien había sido vendido a unos mercaderes por sus hermanos a causa de los celos que le guardaban (Génesis 37:33). El resto del Génesis sigue la historia del hambre y de las idas sucesivas hacia Egipto para comprar grano (Génesis 42), que llevó al descubrimiento del José perdido. El patriarca fue a Egipto con toda su casa a pedido de su hijo José. Las escrituras dicen que Jacob llegó a residir en la tierra de Gosén, con su familia que sumaban «setenta almas» (Éxodo 1:5); (Deuteronomio 10:22). Llegando al fin de su vida, convocó a sus hijos al lado de su lecho y los bendijo. Junto con sus últimas palabras repitió la historia de la muerte de Raquel, aunque habían pasado ya 51 años desde su deceso, «como si hubiera sucedido ayer». Entonces, «él hizo un último pedido a sus hijos, recogió sus pies en el lecho, y expiró su alma» (Génesis 49:33), a la edad de 147 años (Génesis 47:28). Descendencia Jacob bendice a Efraím y Manasés. Manuscrito catalán, siglo XIV Jacob tuvo doce hijos. De su primera esposa Lea tuvo a Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. También tuvo a su única hija Dinah. De Bilha, sierva de Raquel, tuvo a Dan y Neftalí. De Zilpa, sierva de Lea, tuvo a Gad y Aser. Por último, de su esposa favorita, Raquel, tuvo a José y Benjamín. Estos comprendían las doce tribus de Israel. Sin embargo, con Leví y José el asunto fue más complicado. Los descendientes de Leví, llamados levitas, fueron sacerdotes, y por lo tanto, no tenían tierras («El Señor es el lote de mi heredad, me encanta mi parte»). Con el fin de hacer que el número de tribus fueran doce, ya que no se mencionaba a Leví, y no existía Tribu de José, se nombraron a los hijos de este último, que tuvo en Egipto con Asenat, como sustitutos: Efraím y Manasés. Otros personajes bíblicos con el nombre Jacob Jacobo Santiago el Mayor (Yaakov bar-Zebdi: Jacobo hijo de Zebedeo).2 Santiago el Menor (Jacobo hijo de Alfeo). Referencias Robert Graves; Raphael Patai. . Santo Jacob se convirtió en santo Yacob > santo Yago > santo Iago > sant'Iago > Santiago. Enlaces externos Colabora en Commons. Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Jacob.

martes, 3 de junio de 2014

una concepcion novedosa sobre la mente y la ciencia

tomado de http://sofiayciencia.blogspot.com/ domingo, 11 de marzo de 2012 Carta desde el corredor (teoría de multilocación metafísica) parte 4 de 4 LA RESPUESTA. EL DESENLACE. HIPÓTESIS DE LA HIPERREALIDAD METAFÍSICA. Si esta nueva realidad o realidad ampliada, en la que nacemos al morir es experimentada por todos y cada uno de nosotros, cada uno con su propio universo de interacciones vitales, con sus propias representaciones de los individuos que dejaron impronta en nuestra vida, eso significa que cada ser vivo adquiere en la muerte su propio universo de recuerdos y sentimientos, universos particulares y paralelos a todos los participantes en cada escenario. Entonces es factible que todos los demás y nosotros mismos estemos a su vez representados y multiplicados, es decir, si estas perspectivas (cuántica y metafísica) son compatibles, cada ser vivo crea su propio universo de consciencia en el que caben sus propias copias o clones de todos aquellos que interactúan o intervienen en dicho universo suyo propio, de consciencia particular en cualquiera de sus formas, incluidas las que no comprendemos, como la de los árboles. Se trata de la cuadratura de la dimensión anterior, una dimensión metafísica de doble dirección donde uno mismo replica a los demás y es replicado por los demás, edificándose así una múltiple hiperrealidad de presencias virtuales, por decirlo de alguna manera, o para no complicarnos con términos asociados al ciberespacio, llamémoslas realidades o presencias hiperfísicas. Si este multiverso hiperfísico es real y observable, al menos desde testimonios de los que emprenden el tránsito sea en meditación o por medio de la muerte, podríamos calificar a los sueños como simples fotogramas de escenarios metafísicos, es decir, negativos en 4D de lo que las ecuaciones físicas teóricas identifican actualmente como 5D en adelante, al menos hasta 8D. De esta manera, filosofías tibetanas ascéticas, europeas druídicas, chamánicas americanas y sus homólogas en otras muchas partes del mundo, y consideradas neolíticas por la comunidad científica, parecen confluir indefectiblemente con las teorías más avanzadas de la física moderna. Parece que ciencia y religión, o religión panteísta-naturalista para ser más exactos, son senderos destinados a encontrarse, caminos iniciáticos que han de desembocar, en algún momento de su evolución, en el corazón del conocimiento. Si nuestro planteamiento es correcto, aunque la hiperrealidad sea percibida como una neblina no diseccionable que no puede ponerse a prueba en un laboratorio, un esbozo esquemático revestido de una caótica dialéctica entre intuición y razón, abordable únicamente desde un lenguaje matemático estricto bajo modelos completamente teóricos impracticables desde la realidad que llamamos vigilia, nos encontramos, filosóficamente hablando y sin necesidad de ecuaciones en constante evolución, ni axiomas consensuados para facilitar las operaciones con ellas, ante un sencillo multiverso psíquico, un universo de universos que son generados por fuerzas de fronteras vagamente definidas como son las esferas sensorial + memorística + emocional + mental + intuitiva + genética + aprendida ... = psíquica o espiritual. Psiquis y espíritu son dos áreas que podemos estudiar de alguna manera metódica, pero nos encontramos por desgracia apenas en el punto de partida. Por la vertiente psíquica, sólo se ha estudiado la parte de las patologías que son abordables desde el punto de vista neuroquímico y farmacológico. Sobre la vertiente espiritual también nos encontramos en pañales la mayoría, el bloqueo no es menor por parte de los estamentos y presuntos guías de los monoteísmos homologados. Estos bloqueos van a permanecer siempre rígidos y arrogantes por ambas partes, no podemos esperar aportes constructivos ni concesiones de ningún tipo por ninguno de sus representantes. Hemos de encontrar un camino intermedio que podamos respaldar tanto por ecuaciones, de esto se encargan los físicos, como por cadenas de razonamientos bien fundados que podemos construir aunando fuentes y testimonios. Por parte tanto de la física cuántica como de la mística ascética y el recuento de ECMs (Experiencias Cercanas a la Muerte), la hiperrealidad metafísica no se queda limitada a las 4D cartesianas, por lo tanto, trabajaremos juntos cada quién con sus mejores herramientas, y remaremos en la misma dirección en medio de esta odisea del mar de los sargazos que es el camino del conocimiento. Podrían estimarse nuevos desdoblamientos adicionales de la hiperrealidad metafísica en direcciones desconocidas que no podemos imaginar aunque los cálculos de la mecánica cuántica más arriesgados ya han empezado a esbozar, creo que van por 11D aunque no puedo afirmarlo ni desmentirlo. Si este universo de multiversos psíquicos es generado por el registro personal de una sola vida y sus interacciones, ¿qué se podría desprender de la memoria colectiva que cada uno de nosotros albergamos en forma materia gris en nuestro sistema nervioso, desmielinizado por los propios registros de la experiencia vital? ¿Cuántos universos de desdoblamiento se generarían si cada uno de nosotros hemos vivido ya muchos trajes de piel y huesos? ¿y si estos "muchos" fueran en realidad infinitos? Se plantea un escenario aterradoramente enorme, múltiples dimensiones todas ellas infinitas. No somos capaces de imaginar siquiera un universo de 4D infinito, sin principio ni final... (de esta incapacidad se alimenta la teoría del big-bang), ¿qué vamos a hacer con tantas dimensiones que se empiezan a amontonar en la teoría y en la práctica?. El big-bang nos sirve de comodín cuántico para simplificar las ecuaciones, para racionalizar lo irracional, para que nos cuadren las ecuaciones puramente cartesianas porque nuestra mente limitada cuadridimensional es incapaz de concebir lo infinito, lo eterno. Nuestro racionalismo basado en fuerzas puntuales y cadenas de causas-efectos no puede concebir un Universo estacionario, infinito y eterno, eso nos hace sentir infinitamente pequeños y efímeros, hemos de ponerle edad y tamaño a todo lo que percibimos porque no podemos vivir sin cuantificar, de hecho, a la nueva física la llamamos cuántica porque sus cualidades nos aterran. Necesitamos un Universo con principio y fin, un Universo a nuestra imagen y semejanza... y ni nos planteamos la posibilidad de que nosotros mismos quizás seamos infinitos y atemporales. De otro modo ¿qué pintamos en medio de un multiverso infinito? ¿Nos vamos a volver ateos de las matemáticas? Serían tantos universos personales desdoblados como encarnaciones o retornos a la vida material hayamos experimentado, y si descartamos el creacionismo y sostenemos la pangea, todo indica que este número es también infinito. Para colmo, parece que la relación de reencarnaciones no es unívoca ni de uno a uno, sino de una gran variedad de combinaciones, con lo que todo parece indicar que las infinitas reencarnaciones no se producen a escala discreta, es decir, en cuantums escalables numéricamente, sino en una especie de continuo no lineal, sin márgenes ni fronteras, o sea, ad quantum et qualitatum. Estaríamos ante un universo cartesiano exterior infinito, y otro universo paralelo interior igualmente infinito que implosiona en direcciones adicionales a las conocidas, un universo no cartesiano para el cual no tenemos escalas, haciendo un total de, al menos, seis dimensiones estáticas más una línea de tiempo bidireccional, tal vez circular o cíclica, y distribuida fractalmente en una especie de árbol temporal donde el tamaño del observador determina el grosor de sus ramas, una línea temporal selvática por la que un ser humano como cualquiera de nosotros podría, con cierto entrenamiento, discurrir no sólo hacia atrás o hacia delante, sino posicionarse o acceder directamente a cualquier momento de la historia. Los lamas tibetanos identifican estos círculos o ciclos temporales como akasha o archivos akáshicos. Muchos brujos y chamanes conocen diversas formas de acceder a diversos aspectos de la mecánica celeste, la bóveda atmosférica 4D y lo que trasluce detrás, azul de día y estrellada de noche, la Nut de los egipcios, que unificada con su gemela del espejo conforman el Multiverso 8D, que curiosamente ya conocían algunos egipcios como el Atom. Con estos pensamientos me quedaba dormido o en algún estado parecido, manteniendo diálogos imprecisos con los protagonistas de diversas compañías, ilusiones o ensoñaciones. Desperté de golpe en mi celda, o quizás en la última estancia del corredor, no podría asegurarlo. Me encontraba aturdido y confuso, no sabría decir si la inyección letal fluía ya por mis venas, o si se habría complicado algún trastorno derivado de mi inanición voluntaria. La conversación continuaba ahora a solas conmigo mismo, o tal vez con alguien que me parecía estar acompañando a mi espalda, o quizás a un lado, alguien a quien no veía pero podía sentir en una especie de diálogo de pensamientos y sensaciones donde no podría distinguir a los interlocutores. Si pudiera transcribir ese monólogo podría ser algo así: Creo que conoces las dimensiones tradicionales de la física cartesiana ¿verdad? Alto, ancho, profundo, y la que hemos inventado para poder describir matemáticamente modelos de trayectorias, aceleraciones y demás perfiles de movimiento, es decir, el tiempo. Las hemos bautizado con nombres realmente cortos, de una letra, curiosamente como los primeros vocablos sustantivos sumerios antes de que se inventara la primera escritura cuneiforme, son letras que fueron jeroglíficos alguna vez, y quizás lo sigan siendo, las hemos llamado X, Y, Z y T. Son rasgos latinos que curiosamente reproducen aquellas primeras inscripciones grafoides de la humanidad, presentes todavía en todos los idiomas, runas, estelas y hasta en cuevas rupestres, curiosa analogía, son las cuatro dimensiones conocidas, las de toda la vida. Ponle nombre a las generadas por tu psique, si es que es realmente tuya. ¿Te gusta fi? ¿pi? ¿ro?, ¿tita?... recordar un poco a los griegos no estaría mal, qué sería de nosotros sin sus benditas constantes... además Zenón de Elea figura entre los primeros en plantear el cronómetro filosófico para poner en apuros al propio Aquiles, el de los pies veloces, el de pies alados, haciéndole participar en una carrera contra una simple tortuga. Me gusta, Figura como el primero para la historia de las escuelas, que se basa en lo poco que quedó tras los incendios de las bibliotecas protofenicias, como fue la de Alejandría, cuando la verdadera historia humana fue fundida para levantar el imperio de la moneda y el terror. Zenón lo aprendió en Menfis, aunque de nada sirve discutir a estas alturas. Las dimensiones mías las estoy viendo ya, ya no necesitan nombre, quizás pueda preguntárselo a él mismo, Zenón en persona. Y Sócrates ¿qué me contará sobre la Atlántida? Fascinante. Hay momentos en los que deseo abrazar las luces de la muerte, zambullirme en ellas de una vez, ya estoy sentenciado y con los ecologistas nunca hay piedad ¿porqué me hacen esperar? Cada acción, cada reacción, por pequeña que sea, genera consecuencias y una huella en los recuerdos con forma de surco, de herida, una impronta que genera planos de existencia virtual o metafísica. Planos que ya estoy tocando, oliendo, saboreando... Incluso los deseos intensos, las intenciones fuertes, generan este tipo de rastros que la mente recorre recurrentemente, una y otra vez, a veces de forma compulsiva y caótica. No es preciso experimentar las acciones par generar universos paralelos, parece que es suficiente con imaginarlas, o pensarlas con fuerza, para darles "vida" a todas ellas. Deberíamos meditar mucho más cada uno de nuestros actos y pensamientos porque dichos surcos son el arado donde vamos depositando las semillas de nuestro multiversos particulares, que se despliegan en algún momento de nuestra aparente no existencia en el universo cartesiano 4D, si es que el concepto de momento tiene algún sentido en este peculiar escenario. Deberíamos pues sembrar amor para recoger amor, para ser amor, para ser lo que somos, el resultado de una reunión de moléculas cada vez más y más complejas y sofisticadas, cadenas más y más largas de ese programa vital, que llamamos ADN una vez que se ha materializado en el marco de referencia cartesiano que la mayoría identifica como real y único. El amor es, en sentido físico, acreción molecular, y en sentido filosófico, una cuestión de afinidad. Al igual que el crecimiento cristalino se produce en un medio enriquecido con reposo o enfriamiento, el crecimiento en los distintos genomas, o programas genéticos, se produce con amor, es decir, en un medio de armonía o un medio donde los factores armónicos y solidarios superan a los factores desarmónicos, caóticos o disgregadores. Aunque cabe decir que el amor se manifiesta de múltiples y variadas formas, llegándose a invertir los papeles en ocasiones, en apariencia. Por ejemplo, volar aquel ballenero fue un acto de amor implícito, extremo, y muero por amor. Incluso hacer el amor con gusto implica a veces cierta forma de violencia, aunque sólo sea para romper la pereza y los prejuicios que bloquean el orgasmo natural. Deberíamos por eso coleccionar amor, coleccionar días especiales de jubilación y asueto, jubilación de júbilo o diversión, no lo que el viejo sistema impone a los ancianos, que es paralizarlos para matarlos lentamente de inactividad y aburrimiento. Deberíamos impregnar cada acto y cada pausa, de ese destello de algarabía y alborozo que les hace ser especiales, dignos de ser recordados. Coleccionar días lúdicos, días lúcidos, más días sabáticos y menos de turnos en fábricas de desperdicios y de necesidades innecesarias, menos minas a cielo abierto que son nuestras ciudades y nuestras explotaciones de todo el patrimonio natural (qué sexista es el leguaje, decir matrimonio natural sería considerado una especie de zoofilia filosófica). Deberíamos dejar de lucrarnos hipotecando el futuro de todos, desertizando la morada de la vida, la biosfera, la gran Madre que pronto será otro Marte, para dar paso y peso al respeto, a la concordia y a la vida digna y diversa. Por el momento, estamos todos muertos, ustedes tanto como yo, pues vida sin dignidad ni diversidad no es vida. Os estáis matando percebes, matando, suicidando y permitiendo que os asesinen. Creéis que algo está por llegar, y la vida simplemente se va. Deberíamos revitalizar la biosfera que nos sostiene, y que ha permitido y determinado nuestra evolución. La humanidad ya no se divide en conservadores y progresistas, son conceptos del pasado, el siglo negro y el nuestro, el del cambio que no llega. La humanidad hoy es sostenible, insostenible y restauradora. Las dos últimas estamos en guerra, al menos, desde el faraón Namer que es cuando comienza la cuenta del calendario Maya largo, qué cosas. Se describió metafóricamente dicho conflicto como Osiris y Seth, Abel y Caín, Durga y Kali, Dios y el Diablo... pero la gente no quiere entender ni con un millón de formas que se lo expliquen. Parece hoy en día que cada quién adora a su contrario, a tal punto ha llegado la inversión de valores. Qué nos vamos a llevar transcurrido nuestro margen de tiempo es un misterio insondable, qué duda cabe, pero todos los indicios apuntan a que nuestro multiverso se sostendrá, se retroalimentará de nuestras impresiones ejercidas sobre el colectivo de nuestro entorno biológico (no sólo el humano), y las impresiones que este colectivo haya dejado sobre nosotros mientras existe esa frontera del ego de la cuarta dimensión que llamamos piel. Todo parece indicar que nuestro multiverso psíquico será todo lo que quede cuando ya no estemos... aquí y ahora, conceptos infinitesimales ambos, inventados por nuestra mente más pueril que pretende sostener la falacia de una existencia inerte, tal y como la plantean tanto los ateos como la mayoría de los religiosos monoteístas, pues los extremos se tocan. Precisamente éstos, los hombres civilizados, me expulsan de la vida por haberla defendido. Consideran que no hay posibilidad de rehabilitación para mi conducta ni otra medida coercitiva más apropiada para mi pensamiento, pues de estar libre lo haría otra vez, volvería matar cazadores de ballenas, de focas, de osos, de elefantes, de leones o de los delfines que se comen a la pesca de los brokers y los especuladores comerciales. Volaría esas industrias que envenenan el aire, volcaría en mitad de Manhatan, Tokio, Berlín, Pekín y Moscú todos esos buques de desperdicios que se vierten en las fosas oceánicas impunemente, antes abisales, hoy sépticas. Lo haría por deber y por placer, por deporte, por obligación y por devoción, estos androides esclavos del dinero y magnates de la polución peligrarían verdaderamente si estuviera vivo, libre y hubiera muchos salvajes como yo. Comprendemos perfectamente que si no elimináis a tiempo a los cuatro activistas que quedamos, las legiones de restauradores que deambulan por la Tierra podrían emularnos, y dejar el pacifismo para otro momento menos crítico. Es comprensible que peligraría el desorden que habéis camuflado bajo etiquetas de civilización y progreso, quizás os verían como realmente sois y vuestra partida de desertización y negocio habría terminado bajo un crecimiento exponencial de seres humanos dispuestos a desterrar el miedo para devolver a los elementos de la Naturaleza el lugar sagrado que les corresponde más allá de los derechos de explotación abalados ante notarios de su corte de criminales, hijos de Seth, como este tribunal que me ha juzgado. Estoy listo, podéis hacerlo ya, no hay rencor, cumplís órdenes, tenéis cachorros que alimentar, leyes indignas que obedecer y mandatos divinos que acatar. Sois hueste de engendros finamente trajeados dispuestos decididamente a acabar con la vida en la Tierra por un puñado de billetes. Tenéis la cruz clavada en vuestros genes y lista también para mí, y no es el Anj, cruz de la vida y la reencarnación, sino la cruz de la muerte y los muertos, la de los clavos, la de Roma. Hacedlo ya, si es que no me lo he perdido todavía. Esos vivos colores no pueden ser otra cosa, este paisaje no estaba antes aquí. Las paredes y el techo de esta celda se han disipado y la conjetura que ha preparado mi mente sólo para mí, es nítida y realmente hermosa. Puedo ahora comprender la esencia de las cosas con sólo mirarlas, mi conciencia se expande, mis seres queridos me abordan alrededor de este catre que se disuelve, todo es alegría, brillantez, todo es luz. Esto ha de ser el éxtasis de los místicos, ¡amor universal! ¿multiversal? No sé si volveré, hay mucho por hacer y por resolver, todo está por reconstruir, no voy a rendir este planeta a estas hordas de termitas bien vestidas y tiluladas. Otras realidades que plantear... ¿ya he muerto o he vuelto? ¿qué fue del tiempo? es fantástico. Afuegolento Parte 1 - Parte 2 - Parte 3 Publicado por Carlos Pérez González