domingo, 1 de febrero de 2015

La esclavitud, una visión de osho

Tomado de: Pejecita Amor de facebook EL ESCLAVO UNO DE los problemas que tiene que encarar todo ser humano es el mundo en el que ha nacido. Su ser y las intenciones del mundo no van a la par. El mundo quiere que sea útil, que sea un esclavo, que sea utilizado por los que tienen poder. Y natural­mente, el hombre está resentido por esto. Quiere ser él mismo. El mundo no le permite a nadie ser lo que se supone que es por naturaleza. El mundo intenta amoldar a todas las personas a su conveniencia: útil, eficiente, obediente, pero nunca rebelde ni afirmándose, ni declarando su propia individualidad, sino siendo servil, casi como un robot. El mundo no quiere que seáis seres humanos, quiere que seáis máquinas eficientes. Cuanto más efi­cientes sois, más respetables, más honorables. Y esto es el origen del problema. Nadie nace para ser una máquina. Es una humillación, una degradación; es quitarle al hombre su orgullo y su dignidad, des­truirlo como ser espiritual y reducirlo a una entidad mecánica. En consecuencia, todos los niños empiezan a cerrarse desde el principio, cuando se dan cuenta de las intenciones de la socie­dad, de los padres, de la familia, del sistema educativo, de la na­ción y de la religión. Se empiezan a volver defensivos a conse­cuencia del miedo, porque se tienen que enfrentar a una fuerza tremenda. Son tan pequeños y frágiles, tan vulnerables, tan in­defensos, tan dependientes de las mismas personas de las que se tienen que defender.. El problema se complica más aún porque el niño se tiene que defender de las personas que creen que le quieren. Y proba­blemente no estén mintiendo. Las intenciones son buenas pero carecen de conciencia; están totalmente dormidos. No saben que son marionetas en manos de una fuerza ciega que se llama so­ciedad, todas las instituciones y los intereses creados juntos. El niño se enfrenta a un dilema. Tiene que luchar contra los que ama, y además cree que le aman. Pero lo curioso es que la gente que le quiere, no le quiere tal como es. Le dicen: «Te que­remos, sí, te queremos, pero sólo si sigues nuestro camino, si si­gues nuestra religión, si te vuelves obediente como nosotros.» Si te vuelves parte de este extenso mecanismo, donde vas a vivir el resto de tu vida…. no tendrá sentido luchar contra él porque te aplastará. Es más sensato rendirse y aprender a decir sí, te guste o no. Reprime tu no. Se espera que digas sí a todo en cualquier condición, en todas las situaciones. El «no» está prohibido. «No» es el pecado original. La desobediencia es el pe­cado original, y después la sociedad se toma la revancha con cre­ces. Esto provoca un gran miedo en el niño. Todo su ser quiere afirmar su potencial. Quiere ser él mismo porque si no fuera por esto, la vida no tendría sentido. A menos que lo haga no será fe­liz, no estará alegre, satisfecho, contento. No se sentirá cómodo, siempre estará dividido. Habrá una parte de su ser, la más in­trínseca, que siempre estará hambrienta, sedienta, frustrada, incompleta. Pero estas fuerzas son enormes y es muy arriesgado luchar contra ellas. Naturalmente, poco a poco, todo niño aprende a defenderse, a protegerse. Cierra todas las puertas de su ser. No se expone a nadie, empieza a fingir. Comienza a ser un actor. Actúa según las órdenes que le dan. Si surgen dudas, las reprime. Si su natura­leza se quiere afirmar, se reprime. Si su inteligencia le dice: «No está bien, ¿qué estás haciendo?», renuncia a ser inteligente. Es más prudente ser un retrasado, no ser inteligente. Cualquier cosa que te enfrente a los intereses creados es peligrosa. Y es arriesgado abrirte, incluso a las personas más próximas. Por eso todo el mundo se ha cerrado. Nadie abre los pétalos sin miedo, corno una flor, danzando al viento y bajo la lluvia, bajo el sol…, tan frágil pero sin miedo. Estamos viviendo con los pétalos cerrados, con miedo de ha­cernos vulnerables si los abrimos. De modo que todo el mundo usa escudos de todo tipo, te escudas incluso detrás de la amistad. Parecerá contradictorio, porque la amistad significa estar abier­to el uno al otro, compartir vuestros secretos, compartir vues­tros corazones. Todo el mundo vive lleno de contradicciones, La gente utiliza la amistad, el amor y la oración para escudarse. Cuando quieren llorar, no pueden; sonríen, porque la sonrisa es un escudo. Cuando no quieren llorar, lloran, porque en deter­minadas ocasiones las lágrimas pueden actuar de escudo. Nues­tra risa sólo es un movimiento con los labios, y tras ella escon­demos la verdad: nuestras lágrimas. Toda la sociedad se ha desarrollado en torno a una idea que básicamente es hipócrita. Tienes que ser lo que los demás quie­ren que seas, no lo que eres. Por eso todo se vuelve falso, ficti­cio. Mantienes la distancia incluso en la amistad. Permites a los demás que se acerquen sólo hasta un cierto punto. Si alguien se acerca demasiado quizá pueda ver detrás de tu máscara. 0 quizá se dé cuenta de que no es tu cara sino sólo una máscara, y tu cara está detrás. En el mundo que hemos estado viviendo hasta ahora todas las personas han sido mentirosas y falsas. Mi visión del nuevo hombre es la de un rebelde, la de un hombre que está buscando su ser original, su rostro original. Un hombre que está preparado para renunciar a todas las más­caras, todas las pretensiones, todas las hipocresías, y mostrarle al mundo quién es en realidad. No importa que te amen o te cri­tiquen, te respeten, te honren o te difamen, que te coronen o te crucifiquen; porque la mayor bendición que hay en la existencia es ser tú mismo. Aunque te crucifiquen, tú seguirás estando sa­tisfecho e inmensamente complacido. Un hombre de verdad, un hombre sincero, un hombre que conoce el amor y la compasión y que comprende que la gente está ciega, inconsciente, dormida, espiritualmente dormida… Hacen las cosas medio dormidos. Has estado condicionado du­rante tanto tiempo, tantos años, toda tu vida, que deshacerte del condicionamiento también te llevará un tiempo. Te han cargado con toda clase de ideas falsas, mentiras. Te llevará un tiempo re­nunciar a ellas, reconocer que son falsas y ficticias. En realidad, en cuanto te das cuenta de que algo es falso no es difícil renun­ciar a ello. Cuando reconoces lo falso como falso se cae por su propio peso. Basta simplemente con reconocerlo. Se rompe tu conexión, tu identidad. Y cuando desaparece lo falso, aparece lo verdadero con toda su novedad, toda su belleza, porque la since­ridad es belleza, la honestidad es belleza, la autenticidad es be­lleza. Simplemente ser tú mismo es ser bello. Tu conciencia, entendimiento y valentía de que estás deci­dido a encontrarte y tu compromiso con esto disolverá todos los rostros falsos que te han sido adjudicados por los demás. Ellos también son inconscientes (tus padres, tus profesores), no te en­fades con ellos. También son víctimas como tú. Sus padres, los profesores y los sacerdotes han corrompido sus mentes; tus pa­dres y tus profesores te han corrompido a ti. Nunca se te ha ocurrido pensar que fuese incorrecto lo que te enseñaban tus pa­dres (que te quieren), tus profesores o tus sacerdotes. Pero es in­correcto y ha creado un mundo incorrecto. Es totalmente inco­rrecto. Y la prueba se extiende a lo largo de toda la historia: las guerras los crímenes, las violaciones… Millones de personas han sido asesinadas, degolladas y que­madas vivas en nombre de la religión, en nombre de Dios, de la li­bertad, de la democracia, en nombre del comunismo; bellos nom­bres. Pero lo que sucedió al amparo de esos bellos nombres es tan desagradable que un día el hombre mirará a la historia como si fuese la historia de la locura, no la de una humanidad sana. Osho

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