jueves, 6 de enero de 2022

LA VERDADERA LUCHA ESPIRITUAL CRISTIANA.

Como objetivo particular de mis actividades personales esta la de revisar los acontecimientos y realizar pronunciamiento de hechos desde el ángulo   religioso, en este grupo, y en otros de manera política, periodística, economista o administrativa, entre otros.. 

Dados los avatares de la vida y por no haber registrado legalmente los escritos oficialmente no he realizado la entrega formal de mis investigaciones incluidas las de Teología y temas religiosos. los cuales como el nombre del presente blog: DIOS Y CIENCIA EN 4 DIMENSIÓN. que con mi formación académica y teológica me permite escribir y explicar en la medida de lo posible con el respaldo científico si es el ángulo que deseo expresar y aunque no lo haga debe entenderse y meditarse tal explicación.

Hay un grupo en Internet en la página de Facebook llamado ENSEÑANZAS DEL PADRE LUIS TORO LA VERDADERA FE CATÓLICA. Página o grupo que se dedica a defender la Iglesia Católica, lo cual me parece acertado, mas se equivocan al atacar a los grupos cristianos protestantes como si fueran el enemigo cuando el verdadero enemigo es el satanismo, la brujería, espiritismo, la magia negra, que entre otras con la concepción de libertad de culto, desarrollo de la libre personalidad y otros derechos liberales o ahora libertarios, están atacando las bases religiosas y morales de la sociedad. logrando que conceptos como los lgtbi, pedofília, aborto, eutanasia, zoofilia, incesto, drogadicción, dependencia similar que ocasionan los juegos de azar,  matrimonios con niños (as) de seis a diez años, etc, se empiecen a ver como normales.

Una vez erradicados esos grupos o controlados todos de desviaciones de lo natural, si podemos pensar en si los protestantes tienen o no la razón.

Temas como la corrupción en los grupos políticos, corrupción en el sector empresarial educativo, en las denominadas ONGs, y en la mayoría de organizaciones que manejan dinero y poder como las deportivas, culturales, ambientales, de diferentes ordenes como niñez, madures o tercera edad, la mujer, etc.

Es importante aclarar que las ideologías como pueden ser liberadoras también esclavizan y pueden llevar en casos extremos a mentes no estructuradas, o débiles si se quiere, a fanatismos y ahí es importante que las personas tengan cuidado de quienes los conducen para no terminar en situaciones como las de las famosas, ahora, tribus urbanas, o sectas religiosas que inducen hasta el suicidio; igual que los partidos políticos, grupos deportivos- aquí en Colombia se autodenominan barras bravas y se matan entre los seguidores de equipos como millonarios, santafe, cali, nacional y medellín, entre otros - porque ganó o perdió su equipo, o porque una persona tiene una camiseta del color de ese equipo-. 

Mi profesor de sagrada escritura decía que fracasó la educación, las religiones, los políticos y sus ideologías  y/o modelos económicos, queda pues estructurar grupos que defiendan a la sociedad, especialmente a los jóvenes, de esas ideologías perversas que detrás de la liberación llevan al libertinaje y a la perdición de las mismas sociedades, con una mala concepción de la anarquía.


domingo, 14 de febrero de 2021

SACRIFICIO VS. CONSAGRACION O ELEVACIÓN DE LA EUCARISTIA... SANGRE DEL SACRIFICIO.

Las famosas expresiones, videos y posturas conspiranoicas, que incitan a comer sangre, ojalá con mucha adrenalina para alimentar a la persona que la consume y la rejuvenece.
Mas, la eucaristía cambia y demuestra que ese fenómeno no se requiere porque con la sola concentración y ejercicio de traer energía espiritual nos podemos alimentar y de paso alejar a los supuestos dioses o entidades que se alimentan con el miedo.
Por eso cuando insistían en comer animales se les solicitó no comer su sangre y se les convirtió en un rito que distrajera a los consumidores. Y tales ofrendas eran lo mejor, que debía ser consumidas por los asistentes al evento, con las mejores proteínas y vitaminas. Al ser consagrados, no se debería dejar nada y  si hay sobrantes deben ser quemados para no consumirlos después, pues sabemos, la mejor comida es la que se come recién preparada y disminuye el impacto de bacterias que se propagan al ser dejadas para su posterior consumo.
Al realizar el sacerdote la elevación u ofrenda, busca conectar con la energía del Reino de Dios. y de ésta manera traer la energía del reino de Dios, para que nos alimentos de forma espiritual y almica y así alimentemos nuestro cuerpo y nuestra mente.
los famosos vampiros, aquellos que rechazan a Dios padre, y se quedan sin este alimento, deben buscarlo a través de los que accedemos, por eso se convierten en bestias que matan por la sangre, sin darse cuenta que la verdadera presencia es ante Dios padre y su Reino de los cielos. Puesto que no hay otro camino. y el que lo rechaza tiene que acudir a semejantes actos. perjudicando así su vida y la de sus generaciones anteriores si aún viven y las nuevas hasta la cuarta generación. y en casos extremos ni en la decima generación posterior.
Se debe recordar, constantemente, que la verdadera tarea del ser humano es despertar en espíritu delante de Dios Padre o Suprema Sabiduría, no como lo plantean hoy algunos, de estar enterados de los actos malvados que hacen otros.

Todas las perversiones del cuerpo y de la mente, se acaban cuando la persona toma conciencia de si mismo como espíritu delante de Dios Padre, Suprema Inteligencia, y no solo ante si mismo como lo enseñan algunos por ahí. es la mejor manera de luchar contra los deseos carnales como el homosexualismo, deseo de zoofilia, satanismo, brujería, espiritismo, pedofilia, eutanasia, aborto, robo, etc. 

Dos datos siempre están ah: uno, no temer a nada pues el Señor, Nuestro Dios, siempre nos fortalece y nos cuida al invocarlo con fe y fuerza. Y, dos, todo conocimiento debe ser pedido o realizado, si es estudio, delante de Dios Padre, para que no nos inclinemos ante los seudosabios o seudoguias, que enseñan pero no delante de Dios Padre, Suprema Sabiduría. y por eso termina siendo conocimiento perdido porque no enaltece al ser,  humano, la creación y mucho menos al Creador.
Siempre, preguntémonos, como este conocimiento me acerca a Dios Padre y como es la mejor forma de aplicarlo en beneficio de todos, incluida la vida misma.


domingo, 16 de agosto de 2020

La intuición matemática de Ramanujan

tomado de: https://elpais.com/elpais/2016/06/02/ciencia/1464880800_919678.html

A primera vista, ¿ves algo especial en el número 1729? Srinivasa Ramanujan, matemático indio autodidacta en el que se basa la película El hombre que conocía el infinito (Mark Brown, 2016), sí. Según una conocida anécdota, un día el también matemático G. H. Hardy le comentó que el taxi que acababa de tomar tenía como matrícula un número vulgar, el 1729. A lo que Ramanujan contestó que no, en absoluto, sino que era un número de gran relevancia: es el menor entero que puede ser expresado de dos maneras distintas como suma de dos números elevados al cubo: 1729 = 1³ + 12³ = 9³ +10³.

Ramanujan tenía la capacidad de captar las estructuras subyacentes de los números. No tenía una mente matemática típica: prefería centrarse en los ejemplos significativos antes que en  construcciones más generales, obviando las demostraciones rigurosas. Esto chocó con la metodología de Hardy, a quien no le bastaba con ver, sino que necesitaba la cadena de silogismos que exige el método deductivo. Hardy conocía suficientes ejemplos de conjeturas ilustradas con pocos casos que luego resultaban falsas.

Pese a no disponer de formación académica (hecho que fue fuente de los ataques de sus colegas más conservadores, como bien retrata el biopic), la intuición aritmética de Ramanujan le permitía observar cancelaciones ocultas, patrones y simetrías en series numéricas, construir fórmulas, identidades y cálculos. Su visión algebraica y combinatoria y sus habilidades de manipulación de series, algoritmos, fracciones continuas estaban por encima de la mayoría de los matemáticos. Durante los cinco años que estuvo en Cambridge publicó veintiún artículos de investigación.

Entre los manuscritos con teoremas y fórmulas que maravillaron a Hardy, y que le valieron la invitación para viajar a Inglaterra desde su Madrás natal, había igualdades de integrales, sumas con raíces anidadas y expresiones similares. Algunas ya habían sido publicadas por matemáticos de renombre, aunque Ramanujan no las conocía. Su primer resultado formal, publicado en el Diario de la Sociedad Matemática de la India, antes de su viaje a Inglaterra, fue sobre las propiedades de los llamados números de Bernoulli: descubrió que los denominadores de las fracciones de números de Bernoulli eran siempre divisibles por seis.

La respuesta de Hardy muestra la fuerte impresión que le causó el genio del matemático indio: “Estas fórmulas me derrotaron completamente. Yo no había visto antes nada como esto. Una simple mirada resulta suficiente para darse cuenta de que solamente las podría haber escrito un matemático de primera clase. Deben ser verdad, porque nadie puede tener la imaginación suficiente para inventárselas”. “¿De dónde vienen estas fórmulas, y por qué son verdaderas?”

Uno de sus resultados más bellos es el magnífico Método del Círculo de Hardy-Ramanujan y Littlewood, que los dos primeros introdujeron para obtener su fórmula de las particiones, central en la trama de la película de Brown. Las particiones de un número n son el número de sus posibles descomposiciones en sumas de enteros positivos. Por ejemplo, P(4) = 5, porque 4 = 1+1+1+1 = 2+1+1 = 3+1 = 2+2 =4. Cuando n aumenta, P(n) se hace inmenso, por ejemplo, p(200) = 3.972.999.029.388. Hardy y Ramanujan lograron hallar una fórmula asintótica (es decir, no era exacta, pero cuando n se hacía muy grande, el error relativo de la fórmula tendía a cero) para calcular las particiones de cualquier número. El método del círculo enseguida se aplicó a varios problemas de la teoría de números, como el llamado problema de Waring, que consistía en calcular la representación de un número como suma de potencias k-ésimas, o la famosa conjetura de Goldbach: ¿es todo par mayor que dos la suma de dos primos?

Muchas de las aportaciones de Ramanujan fueron enunciados y no demostraciones. Esta es una de las tensiones que se presentan en el film. Él alcanzaba resultados novedosos sin apoyarlos en demostraciones formales, lo que era inaceptable para Hardy y para el método científico occidental: el resultado debía de ser replicable (es decir, otro matemático debía poder seguir la demostración). Sus dos cuadernos (que registró en Madrás) contienen cientos de fórmulas, el primero, con 351 páginas; el segundo, con 56 páginas; y el tercero con 33 páginas; años después se descubrió un cuarto cuaderno. En la película se da una visión algo distorsionada de la intuición de Ramanujan, da a entender que no necesitaba demostraciones porque “veía” las verdades matemáticas iluminado por la diosa hindú de su familia. Sin embargo, es más posible que en India desarrollara las demostraciones en pizarra, pero no las anotara porque el papel era muy caro; o porque el estilo de los libros con los que había estudiado era de esta manera; o simplemente porque guardaba sus resultados por interés personal, sin más pretensiones.

Lo cierto es que no pudo terminar las demostraciones completas de sus anotaciones por falta de tiempo: falleció con tan solo 32 años. Sin embargo, sus cuadernos inspiraron numerosos trabajos de matemáticos posteriores, que trataron de demostrar sus enunciados. Sus ideas tienen más implicaciones que las que se observan a primera vista, e incluso han abierto nuevas direcciones de investigación. Suyas son fórmulas que incluyen intrigantes series infinitas para pi, que de hecho se siguen usando hoy en día para aproximar el valor de este número, ya que convergen extraordinariamente rápido (el resultado aproximado se acerca al valor de pi con un número relativamente pequeño de iteraciones). Su legado, ahora retratado por Hollywood, va más allá del exotismo de su figura, y supone un pilar de la teoría de números moderna.

Algunas referencias de Ramanujan:

- Collected Papers of S. Ramanujan, AMS.ISBN 0-8218-2076-1;

- S. Ramanujan (1957): Notebooks, Tata Institute;

- S. Ramanujan (1988): The Lost Notebook;

- “Ramanujan: Letters and Commentary”, Bruce Berndt y Robert A. Rankin (AMS y London Math. Society).

Antonio Córdoba es director del ICMAT y catedrático de la UAM. Ágata Timón G. Longoria es coordinadora de la Unidad de Comunicación del ICMAT.

Café y Teoremas es una sección dedicada a las matemáticas y al entorno en el que se crean, coordinado por el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), en la que los investigadores y miembros del centro describen los últimos avances de esta disciplina, comparten puntos de encuentro entre las matemáticas y otras expresiones sociales y culturales, y recuerdan a quienes marcaron su desarrollo y supieron transformar café en teoremas. El nombre evoca la definición del matemático húngaro Alfred Rényi: “Un matemático es una máquina que transforma café en teoremas”.


domingo, 28 de junio de 2020

NUESTRAS FUERZAS MENTALES . EL ARTE DE OLVIDAR

NUESTRAS FUERZAS MENTALES Capi­tulo III EL ARTE DE OLVIDAR de PRENTICE MULFORD

La química del porvenir reconocerá¡ que es el espíritu una verdadera substancia, como hoy son tenidos por substancias los ácidos, los óxidos y todos los demás principios quí­micos.
No existe vacío alguno entre lo que llamamos el mundo material y el mundo espiritual. Ambos están constituidos por substancias o elementos en grado distinto de sutileza, fundiéndose imperceptiblemente el uno en el otro. En realidad, la materia no es más que una forma visible para nosotros de los sutiles elementos a que damos el nombre de espirituales.
Nuestro invisible e impalpable espíritu hace fluir continuamente de nosotros un elemento de fuerza tan real como la corriente eléctrica que nuestros ojos no ven. Estas corrientes espirituales se combinan con otras corrientes espirituales, y de tales combinaciones salen nuevas cualidades de espíritu, así­ como de combinaciones de varios principios quí­micos se forman principios o elementos nuevos o con propiedades nuevas.
Si arrojamos fuera elementos espirituales de odio, de pena o de dolor, habremos puesto en acción fuerzas dañosas para nuestra inteligencia y para nuestro cuerpo. El poder de olvidar no es otra cosa que el poder de arrojar muy lejos de nosotros los elementos espirituales desagradables y perniciosos, poniendo en lugar suyo los que hayan de servirnos para vivir sin dolor.
Si arrojamos fuera elementos espirituales de odio, de pena o de dolor, habremos puesto en acción fuerzas dañosas para nuestra inteligencia y para nuestro cuerpo. El poder de olvidar no es otra cosa que el poder de arrojar muy lejos de nosotros los elementos espirituales desagradables y perniciosos, poniendo en lugar suyo los que hayan de servirnos para vivir sin dolor.
El estado de inteligencia que prevalece en nosotros, o sea el carácter de nuestro espíritu, es el que conforma nuestro cuerpo y acaba por darle sus rasgos distintivos, haciéndonos odiosos o amables, repulsivos o atrayentes para los demás. Nuestro espí­ritu es el que forma nuestro modo de andar, nuestro modo de movernos y nos da los ademanes y gestos que nos son propios. El más insignificante movimiento del menor de nuestros músculos obedece a un movimiento de la inteligencia, a un deseo del espí­ritu. Una inteligencia determinada, determina siempre un especial modo de andar. Una inteligencia siempre débil, vacilante e insegura, determinará en el individuo una marcha igualmente insegura y vacilante. El espí­ritu es el que une en un solo conjunto todos los músculos del cuerpo y es también el elemento espiritual que encierra cada uno de ellos.
Contemplad a un individuo, hombre o mujer, de esos siempre descontentos, sombríos o melancólicos, o solamente de los que decimos que tienen mal genio, y veréis en su rostro las huellas de la acción de esta fuerza oculta de su espí­ritu, modelando y constituyendo la expresión singular con que los conocemos. Son muchas las personas que no gozan nunca de buena salud, porque esta fuerza acciona en ellas lo mismo que un veneno y da origen a varias formas de enfermedad. Un pensamiento muy persistente dirigido a un determinado propósito u objetivo, especialmente si este propósito ha de ser en beneficio de los demás tanto como en el propio, dará a todos nuestros nervios una fuerza extra-ordinaria, y no es en realidad más que un sabio egoísmo esta acción que ha de beneficiar a los demás tanto como a nosotros mismos. Desde el punto de vista espiritual, y en este mundo, todos nosotros constituimos una sola unidad y no somos más que fuerzas que accionan las unas sobre las otras, para el bien o para el mal, llenando esto que nuestra ignorancia llama el vacío del espacio. Estas fuerzas son como nervios que se extienden de hombre a hombre, de existencia a existencia. En este sentido, pues, todas las formas de vida están unidas y fuertemente relacionadas, de manera que bien podemos decir que todos nosotros no somos sino los miembros de un cuerpo único. Un mal pensamiento o una acción mala es como una pulsación de dolor que conmueve hasta el fin de la humanidad a millares de seres organizados. Un pensamiento bueno o una acción benévola causa, pero en sentido agradable, los mismo efectos. Es, pues, ley de la naturaleza, que la ciencia ha demostrado, que no podemos hacer a nuestro prójimo un bien real ni causarle dolor alguno sin que nosotros no participemos también de ese mismo dolor o beneficio.
La pesadumbre que causa una pérdida, sea ella de seres queridos o de bienes materiales, debilita mucho la inteligencia y el cuerpo, y nuestro dolor tampoco sirve de nada al amigo o pariente por quien lloramos, sino que más bien lo perjudicamos, pues nuestros pensamientos tristes llegan hasta las personas que han pasado ya a otras condiciones de existencia, y son fuente de dolor para ellas.
Una hora de irritación o de mal humor, haya sido expresado o no en palabras, gasta una parte de nuestras fuerzas, sin beneficio para nosotros ni para los demás, creándose tal vez, por el contrario, grandes enemigos. Directa o indirectamente, es indudable que perjudica siempre nuestros negocios. Las duras miradas y las palabras agrias alejan de nosotros a la gente de buenas costumbres. La irritación o el odio contra los demás son también elementos que contribuyen a la formación de nuestra inteligencia. Todas las fuerzas de nuestro espíritu pueden ser empleadas para nuestro gusto y en provecho propio, del mismo modo que en el plano actual de nuestra existencia podemos contribuir, en una reunión de personas de buena voluntad, con las fuerzas de nuestro cuerpo, a procurarnos alegres distracciones y comodidades.
De manera que hacernos capaces de arrojar fuera de nosotros mismos  a olvidar - un pensamiento o una fuerza que ha de perjudicarnos, es un medio importantí­simo para ganar fuerza corporal y claridad de inteligencia, y esta fuerza corporal y esta claridad de inteligencia son prendas seguras de éxito en toda clase de empresas. Es un medio también para fortalecer nuestro espí­ritu, y no hemos de olvidar que las fuerzas de nuestro espí­ritu accionan sobre otros seres, aunque se hallen a millares de leguas de distancia, con ventaja o con desventaja para nosotros, por lo cual podemos afirmar que disponemos ya de una fuerza nueva, diferente y aparte de las que son propias del cuerpo, fuerza que está siempre en acción, obrando sobre nosotros mismos y sobre los demás, y aun afirmamos que es la fuerza que está más en acción en todo momento. Pero hoy usamos de ella sin saberlo, inconscientemente, por lo tanto a ciegas, hundiéndonos así­ en el lodazal del infortunio y del error. Empleada sabiamente y con plena conciencia, esta fuerza nos proporcionarí­a todos los bienes imaginables.
Esta fuerza es nuestro propio pensamiento, y toda idea que surja de ahí es de capital importancia para la salud y el buen éxito de las empresas. Una fortuna ganada a costa de la salud no puede considerarse un verdadero triunfo.
Toda inteligencia se educa a sí­ misma, en general, de un modo inconsciente, según el peculiar carácter o las cualidades propias del espí­ritu, y una vez ya hecha esta educación, es imposible cambiarla inmediatamente. También podemos, de un modo inconsciente, haber educado nuestra inteligencia en estado de peligrosa turbación, para nuestro espíritu. Y así­ nunca hemos de dedicarnos a esta obra en estado de inquietud, temiendo una fuerte pérdida o con el recelo de que esto o aquello no suceda como deseamos, todo lo cual son fuerzas destructoras que malgastan nuestras energí­as, nos disponen mal para los negocios y nos causan pérdidas materiales y aun pérdidas de amigos.
Pidamos persistentemente, y con firme voluntad, aquella condición de carácter que notemos en nosotros decaí­da o muy débil, y la sentiremos pronto aumentada y fortalecida. Pidamos, por ejemplo, una mayor paciencia, mayor decisión o más claridad de juicio, más valor o más confianza en nosotros mismos, y veremos acrecer estas cualidades. Todas estas cualidades están constituidas por elementos reales, aunque forman parte de lo más sutil, de lo que no puede ser descubierto y reconocido por la química de la naturaleza.
El hombre que está descorazonado, desesperado, o bien triste y quejoso, es que inconscientemente ha atraído hacia sí­ los elementos de estas condiciones de vida, apropiándoselas, debido a que su inconsciente mental está muy mal educado. La inteligencia es de naturaleza magnética, y por esto atrae hacia sí toda fuerza espiritual en que se fija y la hace penetrar en sí­ misma. Despertemos la idea del miedo, y el miedo aumentará en nosotros en grado sumo. Dejemos de resistir a la tendencia del miedo, no hagamos esfuerzo alguno para arrojar el miedo, y es lo mismo que abrirle la puerta para que penetre en nosotros, esto es, hemos pedido el miedo. Fijemos nuestra inteligencia en la idea de valor, y entonces nos veremos imaginativamente valerosos, y más valerosos seremos, en realidad, cuanto más tenaz-mente fijemos esta idea en nuestra inteligencia. Esta vez hemos pedido el valor, y el valor ha venido a nosotros.
No tiene límite el mundo invisible para proporcionarnos toda clase de cualidades espirituales. Con las palabras ¨Pedid, y recibirás¨, Jesucristo quiso decir que toda inteligencia que necesite de alguna cualidad, la pida continuamente y llegará a adquirirla. Pidamos, pues, con discernimiento y obtendremos siempre lo mejor
Cada segundo que empleamos en una sabia petición, nos dará un incremento de poder, que nunca es poder perdido para nosotros. Con este esfuerzo ganamos constantemente energí­as que podemos ir acumulando, pues no las hemos de gastar en mucho tiempo. Lo que necesitamos en todas las empresas no es sino un mayor poder, para alcanzar buenos resultados y llevar adelante nuestra fortuna; poder para realizar en torno de nosotros todo aquello que nos ha de favorecer y ha de favorecer a nuestros amigos, pues no podremos dar de comer a los demás si nosotros mismos no tenemos con que alimentarnos. Este poder no es la misma cosa que reunir en la memoria las opiniones de otras muchas personas o una serie de hechos sacados de los libros, los cuales frecuentemente demuestra el tiempo que son puras ficciones. Todo hecho verdadero, en algún grado o plano de existencia, ha llegado a cumplirse por el poder del espí­ritu o por las invisibles fuerzas originadas en la inteligencia, obrando sobre otras inteligencias, ya próximas, ya lejanas, pero de un modo tan real como es real la fuerza de nuestro brazo al levantar una piedra.
Un hombre puede ser ignorante, y, sin embargo, arrojar fuera de su inteligencia determinadas fuerzas que ejerzan influencia sobre los demás, así­ están cerca o lejos, en forma que ha de resultar beneficiosa para su fortuna; mientras que el hombre estudioso trabajará con toda energí­a para obtener tan sólo una miserable pitanza, y es que en la ignorancia tiene el hombre un gran poder espiritual. La inteligencia no ha de ser como un saco donde se meten hechos y más hechos: la inteligencia no es otra cosa que un poder de acción para alcanzar aquellos resultados que se deseen. Escribir libros no es sino una pequeña parte de la acción que puede ejercer la inteligencia. Los más grandes pensadores primero trazaron el plan de su acción y después actuaron. Así lo han hecho Colón, Napoleón, Fulton, Morse, Edison y otros muchos que lograron remover y conmover el mundo; obrando de este mismo modo lograremos iguales resultados.
Todo plan, propósito o deseo que se relacione con un negocio o con un invento es una positiva producción de invisibles elementos espirituales, y recordemos que el espí­ritu es como un imán. Empezamos por producir una fuerza que va dirigida a la consecución de nuestro deseo, y si persistimos con energía en el propósito hecho, iremos acumulando fuerzas sobre otras fuerzas, las cuales de éste modo se irán fortaleciendo también cada vez más, obteniendo al fin resultados cada vez más favorables.

Cuando abandonamos un propósito, antes de haberlo conseguido, lo que hacemos es detener la aproximación de las fuerzas que venían ya hacía nosotros y detener igualmente las que habí­amos ya logrado atraer y reunir. El éxito, en todo negocio, depende de la perfecta aplicación de esta ley. La persistencia en un propósito es el mejor modo de atraernos fuerzas o elementos favorables, de modo que sea cada vez más fácil su realización en el mundo exterior.
Cuando nuestro cuerpo se halla en el estado que llamamos sueño, estas fuerzas, o sea nuestro espíritu, están en plena actividad, ejerciendo su influencia sobre otras inteligencias. Si nuestro último pensamiento antes de dormirnos ha sido de ansiedad, de recelo o de odio contra alguno, su acción tendrá para nosotros tan sólo pésimos resultados. Pero si nos sentimos alegres, confiados y nos dormimos en paz con todos los hombres, entonces nuestro espíritu será el más fuerte y su acción tendrá para nosotros los mejores resultados. Si el sol se pone sobre nuestra ira, o nuestra rabia, nuestro encolerizado espíritu, mientras durmamos, accionará sobre los demás en ese estado, y su acción solamente nos traerá perjuicio.
Tenemos, pues, una gran necesidad de cultivar el poder de olvidar lo que puede causar daño en nuestra vida espiritual, mientras el cuerpo descansa, para cambiar aquellos elementos perjudiciales en otros que sean atrayentes de lo bueno.
Hoy dí­a son inmensa mayoría los que no piensan nunca en averiguar y comprobar el verdadero carácter de su espíritu. Dejan que su fuerza mental o inteligencia se guí­e por sí­ misma, y cuando se les ocurre una idea que los perturba hondamente, no saben decir: ¨No quiero pensar en ello¨. De este modo atraen inconscientemente hacia sí­ elementos o influencias que los perjudican, y sus cuerpos enferman a causa de la clase de ideas y de pensamientos que consienten que tenga su mente.
No bien hayamos descubierto el daño que nos causa la persistencia de alguna idea perturbadora, empecemos a poner en acción el poder de arrojar fuera de nosotros esta idea, y cuanto más nos ejercitemos en resistir a estos perjudiciales pensamientos, iremos constantemente ganando más y más poder para la resistencia del mal. ¨Resiste al diablo, Dijo Cristo-, y el diablo saldrá de tu cuerpo¨. No diremos que sea lo mismo que un diablo el hecho de hacer mal uso de las fuerzas mentales; pero no hay duda que tiene aún mayor poder para afligirnos y torturarnos. Un estado de inteligencia triste o melancólico es para nosotros un verdadero demonio. Puede ser causa de enfermedad y puede hacernos perder a nuestros mejores amigos y aun originarnos importantes pérdidas materiales, debiendo tener presente que el dinero contribuye no poco a la satisfacción de nuestras necesidades y a nuestro mayor bienestar, pues sin dinero tampoco podrí­amos mejorar. El pecado que indudablemente se encierra en la pasión del oro no estriba precisamente en sí­ misma, sino en amar más el oro que las cosas necesarias que el oro nos proporciona.
Para obtener el mayor éxito en un negocio cualquiera, para hacer los mayores adelantos en un arte o para lograr todo el resultado apetecible en un estudio determinado, es de absoluta necesidad que durante el dí­a, en repetidas ocasiones, nos olvidemos de todo y concentremos todas nuestras fuerzas en aquel negocio, en aquel arte o en aquel estudio; y aun será bueno, antes de entregarnos a ellos, dejar en el más completo reposo nuestra inteligencia, para reunir nuevas fuerzas con que emprender con mayor impulso el objeto propuesto.
Estar girando continuamente en torno de un mismo plan, estudio o especulación, el cual llegaremos o no a realizar, es lo mismo que malgastar las fuerzas de nuestro cerebro en hacer girar la rueda de un molino, con lo cual nos estamos diciendo siempre la misma cosa una y otra vez, desgastando nuestras fuerzas en la repetida construcción de una sola idea, labor completamente perdida, pues con la primera vez bastaba, ya que todas las demás no son sino duplicados de ella.
Si nos sentimos siempre inclinados a pensar o hablar de un asunto o cuestión determinada y no procuramos olvidarla cuando es menester, poniéndola siempre sobre el tapete en toda ocasión y en todo lugar; si mentalmente o conversando no nos esforzamos en tomar el tono general de lo que se habla en torno, o no mostramos nunca interés por lo que interesa a los demás; si hablamos siempre tan sólo de lo que nos importa a nosotros, callando cuando se hable de otros asuntos, caemos en el peligro de convertirnos en simples y en verdaderos maniáticos, destruyendo de este modo nuestra propia reputación y nuestra fuerza.
El que así­ obra, acaba por hacer predominar en él una sola y única idea sobre todas las demás, tal vez sin quererlo, pues no ha aprendido a olvidar en determinadas ocasiones su propósito, pretendiendo, además, que los otros se adapten a sus propias miras. Por esta sola razón, ha perdido el poder de olvidar, y no puede ya arrojar fuera de su cerebro la única absorbente idea que ha venido albergando, y así cada vez lleva todavía más hacia dentro esa única idea, rodeándose, a fuerza de pensar y de hablar siempre de lo mismo, de una atmósfera o elemento espiritual tan verdadero y positivo como son los elementos que podemos ver y tocar.
Otros sienten en torno de ellos la idea o el pensamiento de otra persona, y lo sienten desagradablemente tal vez, y es que hay quienes son capaces de sentir el paso o el contacto del pensamiento ajeno con un sentido que es innominado todaví­a. En este sentido, sin embargo, que no siempre nos explicamos ni ejercitamos conscientemente, está el secreto de las favorables o desfavorables impresiones que nos causan a primera vista determinadas personas. De nuestro espíritu fluye constantemente una especie de viva corriente, lanzando al espacio elementos espirituales que afectan a otros, desfavorablemente o favorablemente para nosotros, según que sus respectivas cualidades concuerden mejor o peor y según también la agudeza de sensibilidad que tiene el espíritu con el cual choca el nuestro; y téngase en cuenta que podemos ser afectados por el pensamiento de otra persona, está muy cerca o muy lejos de nosotros. Así­, podemos decir que estamos hablando con los demás mientras está quieta nuestra lengua, y que fabricamos elementos de odio o de destrucción cuando nos hemos retirado a la quietud de nuestro dormitorio.
Un maniático se convierte muchas veces en un mártir, o él, cuando menos, lo piensa así­. No hay causa que exija indispensablemente el martirio, a menos que sea por ignorancia, pues nunca fue, en efecto, de una absoluta necesidad. El martirio implica siempre carencia de raciocinio o de tacto para la proclamación de un principio cualquiera, nuevo en el mundo. Analizad al martirizado, y siempre hallaréis en el mártir una fuerza o una idea que lo obligó a obrar en una forma antagónica y ofensiva para alguien. Un hombre de mucha inteligencia, a fuerza de pensar siempre en una misma idea, acaba por obsesionarse con ella. El antagonismo que se ha ido formando entre su pensar y el pensar de los demás ha existido primeramente en su propia inteligencia. ¨Yo no vengo con la paz “ dijo Cristo- , sino con la espada.¨  Mas ahora han llegado ya en la historia de este mundo los tiempos en que la espada será envainada para siempre. Hay personas de mucha bondad que hacen ahora uso inconscientemente de la espada, cuando de ser á¡s avisadas emplearí­an mejor sus fuerzas. Espiritualmente, podemos usar y aun abusar de la espada de la represión o corrección, y de la espada de la aversión o del aborrecimiento, contra aquellos que no escuchan o no entienden lo que decimos, y también la espada del desmerecimiento o prejuicio contra aquellos que no se avienen a adaptar nuestros peculiares hábitos o costumbres. Toda discordancia espiritual que descubrimos en nosotros contra los demás, es una verdadera espada, pero espada de dos filos, pues al herir a los otros nos hiere a nosotros mismos. Tal es el elemento espiritual que arrojamos fuera, tal es el que en cambio recibimos. La venida del imperio de la paz no puede ser sino por la reconciliación de todas las diferencias espirituales, haciendo amigos de los enemigos, tornando en los hombres más eficaz el bien que hay en ellos que el mal, destruyendo su inclinación a la chismografía y al mal hablar, e introduciendo en su espíritu ideas o cuestiones mucho más agradables y más provechosas, haciéndoles así­ gustar de una vida que tiene leyes, generalmente desconocidas, que dan salud, felicidad y fortuna sin injusticia y sin daño a los demás. El bueno es el mejor abogado o defensor de sí­ mismo, pues hallará siempre en su camino la sonrisa de la verdadera amistad, así­ como el malo o el pecador no hallará nunca sino daño y enfermedad. El hombre o la mujer más repulsivos, la criatura más llena de engaño, traición o falsedades, necesita de nuestra piedad y de nuestra ayuda para todo, pues los tales, dando origen continuamente a malos pensamientos, son también el origen de su propia pena y sus dolencias.
En nosotros mismos podemos ver que formamos un mal concepto de una persona de la cual hemos recibido un ligero desaire o nos ha causado un daño o una injusticia, y sucede que tal concepto perdura en nosotros hora tras hora y aun quizá día tras dí­a. Hasta puede ser que nos llegue a fatigar esa idea; pero no sabemos, sin embargo, arrojarla fuera de nuestra mente, pues no tenemos en realidad defensa contra el asedio persistente de una de esas fantasiosas y perturbadoras ideas que acaban por hacer presa en el espí­ritu, y lo que hace buena presa en el espí­ritu hace también presa en el cuerpo.
Esta es la causa de que salga de nosotros contra una persona determinada un pensamiento hostil o de oposición, que no siempre parece visiblemente justificado, y es que formamos de los demás el concepto que los demás formaron de nosotros, lo cual viene a determinar un verdadero oleaje de hostiles y contrarias ideas, lanzando y recibiendo todos mutuamente esta clase de invisibles elementos y sosteniendo esta guerra silenciosa entre fuerzas invisibles, guerra en la cual siempre acaban por salir perjudicados ambos combatientes. Esta lucha de opuestos deseos y de fuerzas opuestas existe constantemente en torno de nosotros, lleno está de ella el espacio.
Esforcémonos, pues, en olvidar los pensamientos enemigos, no arrojando fuera de nosotros más que ideas amistosas y de bondad, con lo cual hacemos un acto de verdadera protección de nosotros mismos, de igual modo exactamente que podemos defendernos con las manos de un ataque corporal. La persistente idea de la amistad y de lo bueno deja de lado las ideas de maldad y las vuelve completa-mente inofensivas. La recomendación de Cristo de que hagamos bien a nuestros enemigos está perfectamente fundada en una ley natural. Y es que Cristo sabía que la idea o el elemento del bien acrecienta mucho nuestro poder y previene y desvía todo daño que nos pudieran causar los malos pensamientos.
Pidamos el completo olvido de una persona o de una cosa cuando esta persona o cosa pueda despertar en nosotros el dolor o la indignación. Pedir es un estado de la inteligencia que pone en acción fuerzas que han de darnos siempre el resultado apetecido. La petición es la base científica de la plegaria, que no es lo mismo que suplicar. Pidamos constantemente nuestra parte de fuerzas, fuera de los elementos que ya nos rodean, y mediante ellas podremos dirigir a nuestra inteligencia por el camino de las mejores y más nobles aspiraciones.
No hay límite en las fuerzas que podemos adquirir continuamente para acrecentar cada día nuestro poder espiritual. Este poder es tal, que puede alejar de nosotros todo dolor procedente de alguna honda tristeza, o de falta de bienes, o de falta de amigos, o de alguna situación desagradable de la existencia. Este mismo poder nos da todo elemento intelectual, cuando se desarrolla favorablemente, para la adquisición de bienes materiales o de buenos amigos. La inteligencia fuerte arroja fuera toda molestia, toda fatiga y todo mal humor, olvidándolos e interesándose en alguna otra cosa de mayor provecho. La inteligencia débil cae fácilmente en el cansancio y en el disgusto, y acaba por ser esclava de ellos. Cuando tememos que nos sobrevenga algún infortunio, el cual no podemos en modo alguno evitar, nuestro cuerpo se debilita, nuestras energías se paralizan; pero podemos, pidiéndolo constante-mente y sin fatiga, lograr que nos venga del exterior un poder que arroje fuera de nosotros el medroso y perturbador estado de nuestra inteligencia, siendo este poder siempre el mejor camino para llegar al triunfo. Pidamos constantemente dicho poder, y él aumentará más y más en nosotros, hasta que no conoceremos ya el acobardamiento. Un hombre o una mujer de veras valientes y sin miedo pueden realizar maravillas.
El que tal o cual individuo deje de adquirir este acrecentamiento del poder espiritual no prueba que ese poder no pueda ser por otros adquirido. Cosas aún á¡s maravillosas han sucedido en el mundo. Hace treinta años que aquel que hubiese afirmado que la voz humana podía ser oída en Nueva York desde Filadelfia, hubiera sido tenido por loco; y hoy las maravillas del teléfono se ha convertido en una de las cosas más vulgares. Hombres y mujeres: cultivemos todos y hagamos uso continuamente de este poder, y así­ podremos cumplir en este mundo maravillas tales como ni la más desenfrenada fantasí­a nunca se ha atrevido ni siquiera a sospechar.

NUESTRAS FUERZAS MENTALES Capi­tulo III EL ARTE DE OLVIDAR de PRENTICE MULFORD

La química del porvenir reconocerá¡ que es el espíritu una verdadera substancia, como hoy son tenidos por substancias los ácidos, los óxidos y todos los demás principios quí­micos.
No existe vacío alguno entre lo que llamamos el mundo material y el mundo espiritual. Ambos están constituidos por substancias o elementos en grado distinto de sutileza, fundiéndose imperceptiblemente el uno en el otro. En realidad, la materia no es más que una forma visible para nosotros de los sutiles elementos a que damos el nombre de espirituales.
Nuestro invisible e impalpable espíritu hace fluir continuamente de nosotros un elemento de fuerza tan real como la corriente eléctrica que nuestros ojos no ven. Estas corrientes espirituales se combinan con otras corrientes espirituales, y de tales combinaciones salen nuevas cualidades de espíritu, así­ como de combinaciones de varios principios quí­micos se forman principios o elementos nuevos o con propiedades nuevas.
Si arrojamos fuera elementos espirituales de odio, de pena o de dolor, habremos puesto en acción fuerzas dañosas para nuestra inteligencia y para nuestro cuerpo. El poder de olvidar no es otra cosa que el poder de arrojar muy lejos de nosotros los elementos espirituales desagradables y perniciosos, poniendo en lugar suyo los que hayan de servirnos para vivir sin dolor.
Si arrojamos fuera elementos espirituales de odio, de pena o de dolor, habremos puesto en acción fuerzas dañosas para nuestra inteligencia y para nuestro cuerpo. El poder de olvidar no es otra cosa que el poder de arrojar muy lejos de nosotros los elementos espirituales desagradables y perniciosos, poniendo en lugar suyo los que hayan de servirnos para vivir sin dolor.
El estado de inteligencia que prevalece en nosotros, o sea el carácter de nuestro espíritu, es el que conforma nuestro cuerpo y acaba por darle sus rasgos distintivos, haciéndonos odiosos o amables, repulsivos o atrayentes para los demás. Nuestro espí­ritu es el que forma nuestro modo de andar, nuestro modo de movernos y nos da los ademanes y gestos que nos son propios. El más insignificante movimiento del menor de nuestros músculos obedece a un movimiento de la inteligencia, a un deseo del espí­ritu. Una inteligencia determinada, determina siempre un especial modo de andar. Una inteligencia siempre débil, vacilante e insegura, determinará en el individuo una marcha igualmente insegura y vacilante. El espí­ritu es el que une en un solo conjunto todos los músculos del cuerpo y es también el elemento espiritual que encierra cada uno de ellos.
Contemplad a un individuo, hombre o mujer, de esos siempre descontentos, sombríos o melancólicos, o solamente de los que decimos que tienen mal genio, y veréis en su rostro las huellas de la acción de esta fuerza oculta de su espí­ritu, modelando y constituyendo la expresión singular con que los conocemos. Son muchas las personas que no gozan nunca de buena salud, porque esta fuerza acciona en ellas lo mismo que un veneno y da origen a varias formas de enfermedad. Un pensamiento muy persistente dirigido a un determinado propósito u objetivo, especialmente si este propósito ha de ser en beneficio de los demás tanto como en el propio, dará a todos nuestros nervios una fuerza extra-ordinaria, y no es en realidad más que un sabio egoísmo esta acción que ha de beneficiar a los demás tanto como a nosotros mismos. Desde el punto de vista espiritual, y en este mundo, todos nosotros constituimos una sola unidad y no somos más que fuerzas que accionan las unas sobre las otras, para el bien o para el mal, llenando esto que nuestra ignorancia llama el vacío del espacio. Estas fuerzas son como nervios que se extienden de hombre a hombre, de existencia a existencia. En este sentido, pues, todas las formas de vida están unidas y fuertemente relacionadas, de manera que bien podemos decir que todos nosotros no somos sino los miembros de un cuerpo único. Un mal pensamiento o una acción mala es como una pulsación de dolor que conmueve hasta el fin de la humanidad a millares de seres organizados. Un pensamiento bueno o una acción benévola causa, pero en sentido agradable, los mismo efectos. Es, pues, ley de la naturaleza, que la ciencia ha demostrado, que no podemos hacer a nuestro prójimo un bien real ni causarle dolor alguno sin que nosotros no participemos también de ese mismo dolor o beneficio.
La pesadumbre que causa una pérdida, sea ella de seres queridos o de bienes materiales, debilita mucho la inteligencia y el cuerpo, y nuestro dolor tampoco sirve de nada al amigo o pariente por quien lloramos, sino que más bien lo perjudicamos, pues nuestros pensamientos tristes llegan hasta las personas que han pasado ya a otras condiciones de existencia, y son fuente de dolor para ellas.
Una hora de irritación o de mal humor, haya sido expresado o no en palabras, gasta una parte de nuestras fuerzas, sin beneficio para nosotros ni para los demás, creándose tal vez, por el contrario, grandes enemigos. Directa o indirectamente, es indudable que perjudica siempre nuestros negocios. Las duras miradas y las palabras agrias alejan de nosotros a la gente de buenas costumbres. La irritación o el odio contra los demás son también elementos que contribuyen a la formación de nuestra inteligencia. Todas las fuerzas de nuestro espíritu pueden ser empleadas para nuestro gusto y en provecho propio, del mismo modo que en el plano actual de nuestra existencia podemos contribuir, en una reunión de personas de buena voluntad, con las fuerzas de nuestro cuerpo, a procurarnos alegres distracciones y comodidades.
De manera que hacernos capaces de arrojar fuera de nosotros mismos  a olvidar - un pensamiento o una fuerza que ha de perjudicarnos, es un medio importantí­simo para ganar fuerza corporal y claridad de inteligencia, y esta fuerza corporal y esta claridad de inteligencia son prendas seguras de éxito en toda clase de empresas. Es un medio también para fortalecer nuestro espí­ritu, y no hemos de olvidar que las fuerzas de nuestro espí­ritu accionan sobre otros seres, aunque se hallen a millares de leguas de distancia, con ventaja o con desventaja para nosotros, por lo cual podemos afirmar que disponemos ya de una fuerza nueva, diferente y aparte de las que son propias del cuerpo, fuerza que está siempre en acción, obrando sobre nosotros mismos y sobre los demás, y aun afirmamos que es la fuerza que está más en acción en todo momento. Pero hoy usamos de ella sin saberlo, inconscientemente, por lo tanto a ciegas, hundiéndonos así­ en el lodazal del infortunio y del error. Empleada sabiamente y con plena conciencia, esta fuerza nos proporcionarí­a todos los bienes imaginables.
Esta fuerza es nuestro propio pensamiento, y toda idea que surja de ahí es de capital importancia para la salud y el buen éxito de las empresas. Una fortuna ganada a costa de la salud no puede considerarse un verdadero triunfo.
Toda inteligencia se educa a sí­ misma, en general, de un modo inconsciente, según el peculiar carácter o las cualidades propias del espí­ritu, y una vez ya hecha esta educación, es imposible cambiarla inmediatamente. También podemos, de un modo inconsciente, haber educado nuestra inteligencia en estado de peligrosa turbación, para nuestro espíritu. Y así­ nunca hemos de dedicarnos a esta obra en estado de inquietud, temiendo una fuerte pérdida o con el recelo de que esto o aquello no suceda como deseamos, todo lo cual son fuerzas destructoras que malgastan nuestras energí­as, nos disponen mal para los negocios y nos causan pérdidas materiales y aun pérdidas de amigos.
Pidamos persistentemente, y con firme voluntad, aquella condición de carácter que notemos en nosotros decaí­da o muy débil, y la sentiremos pronto aumentada y fortalecida. Pidamos, por ejemplo, una mayor paciencia, mayor decisión o más claridad de juicio, más valor o más confianza en nosotros mismos, y veremos acrecer estas cualidades. Todas estas cualidades están constituidas por elementos reales, aunque forman parte de lo más sutil, de lo que no puede ser descubierto y reconocido por la química de la naturaleza.
El hombre que está descorazonado, desesperado, o bien triste y quejoso, es que inconscientemente ha atraído hacia sí­ los elementos de estas condiciones de vida, apropiándoselas, debido a que su inconsciente mental está muy mal educado. La inteligencia es de naturaleza magnética, y por esto atrae hacia sí toda fuerza espiritual en que se fija y la hace penetrar en sí­ misma. Despertemos la idea del miedo, y el miedo aumentará en nosotros en grado sumo. Dejemos de resistir a la tendencia del miedo, no hagamos esfuerzo alguno para arrojar el miedo, y es lo mismo que abrirle la puerta para que penetre en nosotros, esto es, hemos pedido el miedo. Fijemos nuestra inteligencia en la idea de valor, y entonces nos veremos imaginativamente valerosos, y más valerosos seremos, en realidad, cuanto más tenaz-mente fijemos esta idea en nuestra inteligencia. Esta vez hemos pedido el valor, y el valor ha venido a nosotros.
No tiene límite el mundo invisible para proporcionarnos toda clase de cualidades espirituales. Con las palabras ¨Pedid, y recibirás¨, Jesucristo quiso decir que toda inteligencia que necesite de alguna cualidad, la pida continuamente y llegará a adquirirla. Pidamos, pues, con discernimiento y obtendremos siempre lo mejor
Cada segundo que empleamos en una sabia petición, nos dará un incremento de poder, que nunca es poder perdido para nosotros. Con este esfuerzo ganamos constantemente energí­as que podemos ir acumulando, pues no las hemos de gastar en mucho tiempo. Lo que necesitamos en todas las empresas no es sino un mayor poder, para alcanzar buenos resultados y llevar adelante nuestra fortuna; poder para realizar en torno de nosotros todo aquello que nos ha de favorecer y ha de favorecer a nuestros amigos, pues no podremos dar de comer a los demás si nosotros mismos no tenemos con que alimentarnos. Este poder no es la misma cosa que reunir en la memoria las opiniones de otras muchas personas o una serie de hechos sacados de los libros, los cuales frecuentemente demuestra el tiempo que son puras ficciones. Todo hecho verdadero, en algún grado o plano de existencia, ha llegado a cumplirse por el poder del espí­ritu o por las invisibles fuerzas originadas en la inteligencia, obrando sobre otras inteligencias, ya próximas, ya lejanas, pero de un modo tan real como es real la fuerza de nuestro brazo al levantar una piedra.
Un hombre puede ser ignorante, y, sin embargo, arrojar fuera de su inteligencia determinadas fuerzas que ejerzan influencia sobre los demás, así­ están cerca o lejos, en forma que ha de resultar beneficiosa para su fortuna; mientras que el hombre estudioso trabajará con toda energí­a para obtener tan sólo una miserable pitanza, y es que en la ignorancia tiene el hombre un gran poder espiritual. La inteligencia no ha de ser como un saco donde se meten hechos y más hechos: la inteligencia no es otra cosa que un poder de acción para alcanzar aquellos resultados que se deseen. Escribir libros no es sino una pequeña parte de la acción que puede ejercer la inteligencia. Los más grandes pensadores primero trazaron el plan de su acción y después actuaron. Así lo han hecho Colón, Napoleón, Fulton, Morse, Edison y otros muchos que lograron remover y conmover el mundo; obrando de este mismo modo lograremos iguales resultados.
Todo plan, propósito o deseo que se relacione con un negocio o con un invento es una positiva producción de invisibles elementos espirituales, y recordemos que el espí­ritu es como un imán. Empezamos por producir una fuerza que va dirigida a la consecución de nuestro deseo, y si persistimos con energía en el propósito hecho, iremos acumulando fuerzas sobre otras fuerzas, las cuales de éste modo se irán fortaleciendo también cada vez más, obteniendo al fin resultados cada vez más favorables.

Cuando abandonamos un propósito, antes de haberlo conseguido, lo que hacemos es detener la aproximación de las fuerzas que venían ya hacía nosotros y detener igualmente las que habí­amos ya logrado atraer y reunir. El éxito, en todo negocio, depende de la perfecta aplicación de esta ley. La persistencia en un propósito es el mejor modo de atraernos fuerzas o elementos favorables, de modo que sea cada vez más fácil su realización en el mundo exterior.
Cuando nuestro cuerpo se halla en el estado que llamamos sueño, estas fuerzas, o sea nuestro espíritu, están en plena actividad, ejerciendo su influencia sobre otras inteligencias. Si nuestro último pensamiento antes de dormirnos ha sido de ansiedad, de recelo o de odio contra alguno, su acción tendrá para nosotros tan sólo pésimos resultados. Pero si nos sentimos alegres, confiados y nos dormimos en paz con todos los hombres, entonces nuestro espíritu será el más fuerte y su acción tendrá para nosotros los mejores resultados. Si el sol se pone sobre nuestra ira, o nuestra rabia, nuestro encolerizado espíritu, mientras durmamos, accionará sobre los demás en ese estado, y su acción solamente nos traerá perjuicio.
Tenemos, pues, una gran necesidad de cultivar el poder de olvidar lo que puede causar daño en nuestra vida espiritual, mientras el cuerpo descansa, para cambiar aquellos elementos perjudiciales en otros que sean atrayentes de lo bueno.
Hoy dí­a son inmensa mayoría los que no piensan nunca en averiguar y comprobar el verdadero carácter de su espíritu. Dejan que su fuerza mental o inteligencia se guí­e por sí­ misma, y cuando se les ocurre una idea que los perturba hondamente, no saben decir: ¨No quiero pensar en ello¨. De este modo atraen inconscientemente hacia sí­ elementos o influencias que los perjudican, y sus cuerpos enferman a causa de la clase de ideas y de pensamientos que consienten que tenga su mente.
No bien hayamos descubierto el daño que nos causa la persistencia de alguna idea perturbadora, empecemos a poner en acción el poder de arrojar fuera de nosotros esta idea, y cuanto más nos ejercitemos en resistir a estos perjudiciales pensamientos, iremos constantemente ganando más y más poder para la resistencia del mal. ¨Resiste al diablo, Dijo Cristo-, y el diablo saldrá de tu cuerpo¨. No diremos que sea lo mismo que un diablo el hecho de hacer mal uso de las fuerzas mentales; pero no hay duda que tiene aún mayor poder para afligirnos y torturarnos. Un estado de inteligencia triste o melancólico es para nosotros un verdadero demonio. Puede ser causa de enfermedad y puede hacernos perder a nuestros mejores amigos y aun originarnos importantes pérdidas materiales, debiendo tener presente que el dinero contribuye no poco a la satisfacción de nuestras necesidades y a nuestro mayor bienestar, pues sin dinero tampoco podrí­amos mejorar. El pecado que indudablemente se encierra en la pasión del oro no estriba precisamente en sí­ misma, sino en amar más el oro que las cosas necesarias que el oro nos proporciona.
Para obtener el mayor éxito en un negocio cualquiera, para hacer los mayores adelantos en un arte o para lograr todo el resultado apetecible en un estudio determinado, es de absoluta necesidad que durante el dí­a, en repetidas ocasiones, nos olvidemos de todo y concentremos todas nuestras fuerzas en aquel negocio, en aquel arte o en aquel estudio; y aun será bueno, antes de entregarnos a ellos, dejar en el más completo reposo nuestra inteligencia, para reunir nuevas fuerzas con que emprender con mayor impulso el objeto propuesto.
Estar girando continuamente en torno de un mismo plan, estudio o especulación, el cual llegaremos o no a realizar, es lo mismo que malgastar las fuerzas de nuestro cerebro en hacer girar la rueda de un molino, con lo cual nos estamos diciendo siempre la misma cosa una y otra vez, desgastando nuestras fuerzas en la repetida construcción de una sola idea, labor completamente perdida, pues con la primera vez bastaba, ya que todas las demás no son sino duplicados de ella.
Si nos sentimos siempre inclinados a pensar o hablar de un asunto o cuestión determinada y no procuramos olvidarla cuando es menester, poniéndola siempre sobre el tapete en toda ocasión y en todo lugar; si mentalmente o conversando no nos esforzamos en tomar el tono general de lo que se habla en torno, o no mostramos nunca interés por lo que interesa a los demás; si hablamos siempre tan sólo de lo que nos importa a nosotros, callando cuando se hable de otros asuntos, caemos en el peligro de convertirnos en simples y en verdaderos maniáticos, destruyendo de este modo nuestra propia reputación y nuestra fuerza.
El que así­ obra, acaba por hacer predominar en él una sola y única idea sobre todas las demás, tal vez sin quererlo, pues no ha aprendido a olvidar en determinadas ocasiones su propósito, pretendiendo, además, que los otros se adapten a sus propias miras. Por esta sola razón, ha perdido el poder de olvidar, y no puede ya arrojar fuera de su cerebro la única absorbente idea que ha venido albergando, y así cada vez lleva todavía más hacia dentro esa única idea, rodeándose, a fuerza de pensar y de hablar siempre de lo mismo, de una atmósfera o elemento espiritual tan verdadero y positivo como son los elementos que podemos ver y tocar.
Otros sienten en torno de ellos la idea o el pensamiento de otra persona, y lo sienten desagradablemente tal vez, y es que hay quienes son capaces de sentir el paso o el contacto del pensamiento ajeno con un sentido que es innominado todaví­a. En este sentido, sin embargo, que no siempre nos explicamos ni ejercitamos conscientemente, está el secreto de las favorables o desfavorables impresiones que nos causan a primera vista determinadas personas. De nuestro espíritu fluye constantemente una especie de viva corriente, lanzando al espacio elementos espirituales que afectan a otros, desfavorablemente o favorablemente para nosotros, según que sus respectivas cualidades concuerden mejor o peor y según también la agudeza de sensibilidad que tiene el espíritu con el cual choca el nuestro; y téngase en cuenta que podemos ser afectados por el pensamiento de otra persona, está muy cerca o muy lejos de nosotros. Así­, podemos decir que estamos hablando con los demás mientras está quieta nuestra lengua, y que fabricamos elementos de odio o de destrucción cuando nos hemos retirado a la quietud de nuestro dormitorio.
Un maniático se convierte muchas veces en un mártir, o él, cuando menos, lo piensa así­. No hay causa que exija indispensablemente el martirio, a menos que sea por ignorancia, pues nunca fue, en efecto, de una absoluta necesidad. El martirio implica siempre carencia de raciocinio o de tacto para la proclamación de un principio cualquiera, nuevo en el mundo. Analizad al martirizado, y siempre hallaréis en el mártir una fuerza o una idea que lo obligó a obrar en una forma antagónica y ofensiva para alguien. Un hombre de mucha inteligencia, a fuerza de pensar siempre en una misma idea, acaba por obsesionarse con ella. El antagonismo que se ha ido formando entre su pensar y el pensar de los demás ha existido primeramente en su propia inteligencia. ¨Yo no vengo con la paz “ dijo Cristo- , sino con la espada.¨  Mas ahora han llegado ya en la historia de este mundo los tiempos en que la espada será envainada para siempre. Hay personas de mucha bondad que hacen ahora uso inconscientemente de la espada, cuando de ser á¡s avisadas emplearí­an mejor sus fuerzas. Espiritualmente, podemos usar y aun abusar de la espada de la represión o corrección, y de la espada de la aversión o del aborrecimiento, contra aquellos que no escuchan o no entienden lo que decimos, y también la espada del desmerecimiento o prejuicio contra aquellos que no se avienen a adaptar nuestros peculiares hábitos o costumbres. Toda discordancia espiritual que descubrimos en nosotros contra los demás, es una verdadera espada, pero espada de dos filos, pues al herir a los otros nos hiere a nosotros mismos. Tal es el elemento espiritual que arrojamos fuera, tal es el que en cambio recibimos. La venida del imperio de la paz no puede ser sino por la reconciliación de todas las diferencias espirituales, haciendo amigos de los enemigos, tornando en los hombres más eficaz el bien que hay en ellos que el mal, destruyendo su inclinación a la chismografía y al mal hablar, e introduciendo en su espíritu ideas o cuestiones mucho más agradables y más provechosas, haciéndoles así­ gustar de una vida que tiene leyes, generalmente desconocidas, que dan salud, felicidad y fortuna sin injusticia y sin daño a los demás. El bueno es el mejor abogado o defensor de sí­ mismo, pues hallará siempre en su camino la sonrisa de la verdadera amistad, así­ como el malo o el pecador no hallará nunca sino daño y enfermedad. El hombre o la mujer más repulsivos, la criatura más llena de engaño, traición o falsedades, necesita de nuestra piedad y de nuestra ayuda para todo, pues los tales, dando origen continuamente a malos pensamientos, son también el origen de su propia pena y sus dolencias.
En nosotros mismos podemos ver que formamos un mal concepto de una persona de la cual hemos recibido un ligero desaire o nos ha causado un daño o una injusticia, y sucede que tal concepto perdura en nosotros hora tras hora y aun quizá día tras dí­a. Hasta puede ser que nos llegue a fatigar esa idea; pero no sabemos, sin embargo, arrojarla fuera de nuestra mente, pues no tenemos en realidad defensa contra el asedio persistente de una de esas fantasiosas y perturbadoras ideas que acaban por hacer presa en el espí­ritu, y lo que hace buena presa en el espí­ritu hace también presa en el cuerpo.
Esta es la causa de que salga de nosotros contra una persona determinada un pensamiento hostil o de oposición, que no siempre parece visiblemente justificado, y es que formamos de los demás el concepto que los demás formaron de nosotros, lo cual viene a determinar un verdadero oleaje de hostiles y contrarias ideas, lanzando y recibiendo todos mutuamente esta clase de invisibles elementos y sosteniendo esta guerra silenciosa entre fuerzas invisibles, guerra en la cual siempre acaban por salir perjudicados ambos combatientes. Esta lucha de opuestos deseos y de fuerzas opuestas existe constantemente en torno de nosotros, lleno está de ella el espacio.
Esforcémonos, pues, en olvidar los pensamientos enemigos, no arrojando fuera de nosotros más que ideas amistosas y de bondad, con lo cual hacemos un acto de verdadera protección de nosotros mismos, de igual modo exactamente que podemos defendernos con las manos de un ataque corporal. La persistente idea de la amistad y de lo bueno deja de lado las ideas de maldad y las vuelve completa-mente inofensivas. La recomendación de Cristo de que hagamos bien a nuestros enemigos está perfectamente fundada en una ley natural. Y es que Cristo sabía que la idea o el elemento del bien acrecienta mucho nuestro poder y previene y desvía todo daño que nos pudieran causar los malos pensamientos.
Pidamos el completo olvido de una persona o de una cosa cuando esta persona o cosa pueda despertar en nosotros el dolor o la indignación. Pedir es un estado de la inteligencia que pone en acción fuerzas que han de darnos siempre el resultado apetecido. La petición es la base científica de la plegaria, que no es lo mismo que suplicar. Pidamos constantemente nuestra parte de fuerzas, fuera de los elementos que ya nos rodean, y mediante ellas podremos dirigir a nuestra inteligencia por el camino de las mejores y más nobles aspiraciones.
No hay límite en las fuerzas que podemos adquirir continuamente para acrecentar cada día nuestro poder espiritual. Este poder es tal, que puede alejar de nosotros todo dolor procedente de alguna honda tristeza, o de falta de bienes, o de falta de amigos, o de alguna situación desagradable de la existencia. Este mismo poder nos da todo elemento intelectual, cuando se desarrolla favorablemente, para la adquisición de bienes materiales o de buenos amigos. La inteligencia fuerte arroja fuera toda molestia, toda fatiga y todo mal humor, olvidándolos e interesándose en alguna otra cosa de mayor provecho. La inteligencia débil cae fácilmente en el cansancio y en el disgusto, y acaba por ser esclava de ellos. Cuando tememos que nos sobrevenga algún infortunio, el cual no podemos en modo alguno evitar, nuestro cuerpo se debilita, nuestras energías se paralizan; pero podemos, pidiéndolo constante-mente y sin fatiga, lograr que nos venga del exterior un poder que arroje fuera de nosotros el medroso y perturbador estado de nuestra inteligencia, siendo este poder siempre el mejor camino para llegar al triunfo. Pidamos constantemente dicho poder, y él aumentará más y más en nosotros, hasta que no conoceremos ya el acobardamiento. Un hombre o una mujer de veras valientes y sin miedo pueden realizar maravillas.
El que tal o cual individuo deje de adquirir este acrecentamiento del poder espiritual no prueba que ese poder no pueda ser por otros adquirido. Cosas aún á¡s maravillosas han sucedido en el mundo. Hace treinta años que aquel que hubiese afirmado que la voz humana podía ser oída en Nueva York desde Filadelfia, hubiera sido tenido por loco; y hoy las maravillas del teléfono se ha convertido en una de las cosas más vulgares. Hombres y mujeres: cultivemos todos y hagamos uso continuamente de este poder, y así­ podremos cumplir en este mundo maravillas tales como ni la más desenfrenada fantasí­a nunca se ha atrevido ni siquiera a sospechar.


miércoles, 29 de abril de 2020

LA LUCHA POR EL PODER ENTRE ARIOS E ILUMINATIS Y LO ORDENADO POR DIOS PADRE

Dios Padre, Espíritu Santo, ordena que se debe realizar siempre por lo menos cada siete días una Reunión  o convocación Santa, y ello implica Iglesia, templo, y misa o su similar en otros grupos religiosos.
Y porque los que estudian el tema de la lucha entre el grupo de los iluminati o satánicos y los arios, siempre insisten en que debemos apartarnos de la religión y de nuestras creencias hablando que detrás de estos grupos están los extraterrestres y los seres de la oscuridad mundial y universal.
Todos coinciden en que debemos reescribir la historia no solo de los hombres por los hombres sino de  los hombres por los extraterrestres o, ahora, por la manipulación de los dos grupos en cuestión, que usan los medios de comunicación tradicionales, la cultura y el cine,  los artistas de talla mundial o nacional, entre otros,  para conducir la humanidad acorde a sus intereses.
Cada vez más, veo p. e., las películas norteamericanas, puesto que son las de mayor impacto en mi medio de vida, como educan al pueblo de manera oculta en  todos los temas religioso, científico, filosófico, sociológico, económico, biológico, tecnológico, etc. pero siempre con la misión oculta de introducir símbolos satánicos, de magia negra, perversión, hacer que a través de sicología nos identifiquemos con la maldad, el ladrón, el asesino, el político o funcionario corrupto.
Para recordar, aprender, profundizar en temas históricos, debo ver videos o programas que reexplican la historia a través de los E.T., o por medio de los masones y sus derivadas: gnósticos, rosacruces, iluminatis, cruzados, etc., que si bien educan y enseñan nuevas visiones, sin apartarnos del antropocentrismo,  pero profundizando en el europocentrismo y ahora en el usacentrismo.
Mas, todo esto escrito en sagrada escritura está, y si miramos con detenimiento y ojalá con un buen guía, notaremos que tanto a la historia de la humanidad derivada de la misma ciencia historia, y sus ciencias auxiliares, como de la Sagrada Escritura, encontraremos una verdadera fuente de sabiduría sin intoxicarnos o tener que hacer la tarea como me ha correspondido a mi: limpiando toda esa basura y usando sus propias armas y estrategias de toda índole hasta pedagógicas para extraer el conocimiento sin dejarme embaucar por sus negras intenciones.
Uno de los conceptos por ejemplo que quieren inculcaren toda la humanidad es la del yin y el yan, que buscan mostrar que hay dos caminos uno de luz y otro de la oscuridad, cuando solo existe uno el de la luz.
De lo anterior, todo grupo separatista o de despertar que induzca a la separación de la religión, y en nuestro caso de la católica, esta perdido  siendo riesgo para nosotros y nuestro espíritu ser absorbidos por esas corrientes bajas y groseras que  bien se nos pueden presentar como de luz o de camino hacia la luz.
Recordemos que, de la ciencia del bien y del mal, se puede extraer que una sola es, mas la segunda es la aplicación de lo antinatural y por ende lo que desconoce nuestra verdadera fuente espiritual que se traslada por la mental a nuestra parte física y que de todas maneras debe llevarnos a la unión con el espíritu de DIOS: el ESPITITU SANTO, en la inmensidad del cosmos. y de está manera traer a nuestro planeta el Reino de Dios y poder ser conscientes de nuestros dos mundos.

viernes, 3 de abril de 2020

CORONAVIRUS Y EL SALMO 91

Con placer registro la convocatoria de la Iglesia católica o Iglesia Cristiana  Universal, --que hoy algunos desconocen como nombre sustituto de los católicos,--  realice tal convocatoria y que desde cada casa se rece, ore y se lea por lo menos el salmo que es una forma real y concreta del acercamiento al Señor, Nuestro  Dios.
De los personajes más importantes en nuestro libros sagrado, La Biblia, es el Rey  David, por sus famosos salmos que, desde mi óptica, son una forma corta, rápida y certera de acercamiento a Dios Padre, cumplir con lo ordenado, y ver que hasta allí se anunció la venida del Mesías, Nuestro señor Jesús: El Cristo, El Cordero.
David ese joven pastor que  mató hasta leones y no le tenía temor a nada ni a nadie y que fue llevado al entonces rey Saúl, quien al escucharlo tocar su arpa y cantar sus canciones y canticos a Dios, observó que se alejaban sus malestares, dolores y espíritus malignos que le atormentaban.
Así es que Dios le proporcionó el camino al joven David, campesino él, y desconocedor del arte de la política y la guerra, para que curando o mitigando el mal del Rey, aprendiera a su lado  como se maneja una nación, y en el futuro reemplazarlo por encima de su dinastía.
El rey Saúl, famoso por su elección, igual que la de David, falló delante de Dios al incumplir su ley y hacer lo indebido por lo que Dios Padre le dijo le quitaría el trono a sus descendientes y que sería entregado a David portador de su conocimiento y de su Ley. Ley que es eterna e inmutable, hasta el fin de los tiempos donde se cita que lo último que se verá al finalizar este mundo será el Arca de La Alianza, donde están las Leyes y Mandatos originales, empezando por los primeros diez mandamientos entregado en la famosa tabla a Moisés en la Montaña sagrada.
 David que mató leones y serpientes sin temor, solo el respeto y obediencia al Señor, Nuestro Dios, se enfrentó al Famoso Goliat de los filisteos, imaginen un joven de unos quince años venciendo a un gigante guerrero de mil batallas sin temor solo con la confianza en su Dios.
Ese  joven David, cuyos méritos no le alcanzaron para tener el honor que le fue concedido a su hijo Salomón,- de construir el templo donde iba a residir Dios entre nosotros- fue quién nos dio el regaló de unos bellos escritos donde esta escrita la Biblia en forma corta, precisa y  de manera romántica, mejor dicho la Biblia cantada.
Los salmos tienen la ventaja que fueron construidos para luchar contra la maldad mientras nos acerca  a Dios y nos permite entender su Ley y Mandatos, como reza el primero : bendito el que medita en la Ley de Dios y en ella medita de día y de noche y jamás se siente en silla de escarnecedores ni hace confabulaciones con los malvados quienes siempre al fin caerán.
y como todo Escrito Sagrado, su meta es que despertemos en espíritu y lleguemos al Reino del Dios , en espíritu, y lo traigamos a nuestra tierra, su sabiduría y conocimiento para vivir más y de mejor manera en nuestros hogares y grupos sociales en que nos corresponda vivir, en éste caso nuestra Bella y Amada Colombia.
transcribo esta versión porque al ser antigua me parece mejor, más original aunque exija revisión de vocabulario y algunos sentidos de expresión.
SALMO 91
Morando bajo la sombra del Omnipotente
1El que habita al abrigo del Altísimo

Morará bajo la sombra del Omnipotente.
2Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;


Mi Dios, en quien confiaré.
3Él te librará del lazo del cazador,


De la peste destructora.
4Con sus plumas te cubrirá,


Y debajo de sus alas estarás seguro;


Escudo y adarga es su verdad.
5No temerás el terror nocturno,


Ni saeta que vuele de día,
6Ni pestilencia que ande en oscuridad,


Ni mortandad que en medio del día destruya.
7Caerán a tu lado mil,


Y diez mil a tu
Hollarás al cachorro del león y al dragón.#Lc. 10.19.
diestra;


Mas a ti no llegará.
8Ciertamente con tus ojos mirarás


Y verás la recompensa de los impíos.
9Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,


Al Altísimo por tu habitación,
10No te sobrevendrá mal,


Ni plaga tocará tu morada.
11Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,#Mt. 4.6; Lc. 4.10.


Que te guarden en todos tus caminos.
12En las manos te llevarán,


Para que tu pie no tropiece en piedra.#Mt. 4.6; Lc. 4.11.
13Sobre el león y el áspid pisarás;

Hollarás al cachorro del león y al dragón.#Lc. 10.19.
14Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré;

Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
15Me invocará, y yo le responderé;

Con él estaré yo en la angustia;

Lo libraré y le glorificaré.
16Lo saciaré de larga vida,

Y le mostraré mi salvación.